Este pesebre, de una sola pieza, lo compré en Buenos Aires en diciembre de 2015. Un par de alas cobija el nacimiento de Jesús, signo del amor de Dios Padre. En los salmos aparece varias veces esta figura, la de las alas de Dios, para expresar la protección, el refugio, el amparo que prodiga Dios. "Guárdame como a la niña de los ojos, a la sombra de tus alas escóndeme de los malvados que me asaltan, del enemigo mortal que me acorrala" (Salmo 17). "Piedad de mí, oh Dios, piedad, que me refugio en ti; me refugio a la sombra de tus alas, hasta que pasa la calamidad" (Salmo 57). "Te cubrirá con sus plumas, y bajo sus alas te refugiarás" (Salmo 91). Esas alas no solo son un escondite en el que refugiarse, una barrera de protección ante el mal. Son también casa, "tienda de Dios", calor de hogar que nos hace pedir: "Quiero hospedarme siempre en tu tienda, refugiado al amparo de tus alas" (Salmo 61). Y en ese hogar de las alas de Dios que no
«Vayamos hasta Belén y veamos lo que ha sucedido» (Lc 2, 15).