Este pesebre me lo regaló en noviembre de 2015 mi amiga y colega Aldana Vales. Es una campana con las figuras de la Sagrada Familia hecha con madera de olivo. La compró en Nueva York, en la catedral de San Patricio, pero su etiqueta revela su verdadero origen, uno muy significativo: Belén, Ribera Occidental, Palestina.
Esto lo convierte en mi primer belén de Belén.
En esta pequeña aldea, situada a unos pocos kilómetros de Jerusalén, nació Jesús. También es la tierra natal del rey David y el sitio donde Jacob enterró a Raquel.
Pero es en el libro de Rut donde se llama a Belén "casa de pan", una historia bellísima, breve -apenas cuatro capítulos cortos- pero que ofrece mucho de sí para quien en esta vida se resuelva a peregrinar espiritualmente adonde Dios nace.
Rut desconocía Belén. De hecho, no era judía, sino que habitaba en la tierra de Moab. Hasta allí habían llegado, huyendo de la sequía y el hambre en Belén, Elimélec, su esposa, Noemí, y sus dos hijos, Majlón y Quilión. Majlón se casó con Rut y Quilión con otra moabita, Orpá. Pero los tres hombres de la familia murieron y Noemí resolvió volverse a Belén, junto a sus nueras.
De camino a Belén, una tierra extraña para las jóvenes moabitas, Orpá se regresó a su pueblo, pero Rut se mantuvo firme en la decisión de acompañar a Noemí: "Iré adonde tú vayas y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios" (Rut 1,16).
Rut toma el riesgo. La situación de ambas mujeres es difícil: ser viudas y sin hijos equivale a ser pobres. Además ella es una extranjera.
Llegan a Belén. La sequía ha pasado y los campos florecen. Rut se pone a trabajar, juntando las espigas que se caen como sobras de las manos de los cosechadores.
Booz, el dueño del campo, la observa, se compadece. La ayuda, la protege, la trata con respeto y dignidad. Se enamora y finalmente se casa con ella. Tienen un hijo, Obed, y éste será padre de Jesé y abuelo del rey David, con una descendencia que recoge el Evangelio de Mateo y llega hasta Jesús (Mateo 1).
Es así como el camino incierto de Rut a Belén conduce hasta el propio Jesús, un periplo en la pura fe, en la confianza en un Dios que no era el de sus padres pero a Quien le abrió el corazón para dejarse abrazar enteramente por su Misericordia.
Cosas que la moabita Rut halló en Belén:
Alimento, hasta saciarse.
Agua, para su sed.
Un trabajo, para convertirse en servidora.
Y servidores, para aprender cómo servir.
Un esposo.
Un hogar.
Calor de familia.
Un pueblo.
El Dios verdadero.
Bendición.
Fecundidad.
Una descendencia que dio frutos de salvación.
Todo esto en la pequeña Belén... La cuna de Jesús... Donde Dios nace... ¡Sí que vale la pena ir!
Comentarios
Publicar un comentario