La foto la tomé en septiembre de 2015.
El Niño está dentro de una caja de vidrio, que sobresale de una de las paredes laterales, ingresando, a la derecha. No está muy alta, de modo que uno hasta se puede inclinar para mirar un poco más de cerca la figura del pequeño Jesús, que está acostado y, con su mano derecha, hace un gesto de bendición.
Algunos podrán recordarse a sí mismos, niños, recibiendo la bendición por parte de padres o abuelos. O harán experiencia de ser bendecidos por el sacerdote desde el altar, estando con la cabeza inclinada o incluso de rodillas... En todas estas ocasiones, casi siempre, la mano que nos bendice está por sobre nosotros; las menos, a nuestra misma altura; y casi nunca, más abajo que nuestra cabeza.
Y sin embargo aquí el Niño nos bendice desde su cuna, de "abajo para arriba".
Estamos acostumbrados a pensar que lo bueno se nos da en la dirección inversa, de arriba para abajo. A Dios lo "ubicamos" en el cielo, en las alturas. Él está "arriba" y nosotros, inferiores, estamos "abajo". Y ya el alzar los ojos al cielo es una forma de orar, de implorar que "desciendan" las gracias de Dios sobre nosotros.
Y en verdad Dios está por sobre todo, en todo sentido y en todo orden.
Pero Dios quiso encarnarse, quiso abajarse, tanto que hasta un niño pequeño fue. E hizo experiencia de mirar hacia arriba y, desde allí, no solo alzar sus ojos al Padre, como uno de nosotros, sino de ofrecernos del modo más humilde su bendición, que es Él mismo, el Sumo Bien.
A mi esta imagen me invita a cambiar de perspectiva, a abrir el corazón y el entendimiento para poder descubrir que la bendición de Dios tal vez no viene del modo o la forma cómo quizás la imaginamos o la pedimos. Como quien, con sed, desea agua y fija sus ojos en las nubes esperando la lluvia. Y así se pierde de ver que el buen Dios ha suscitado por lo bajo el rocío. O está tan atento a la espera del trueno que no escucha el murmullo de un arroyo cercano. Ni tampoco ve al hermano que, inspirado por Dios, le hace el gesto de ofrecerle un vaso de agua...
Inclinarse y mirar a Dios... que quiso abajarse tanto o más que nosotros. Y descubrir las gracias que nos ofrece desde la humildad de su Hijo encarnado.¡Qué Dios te bendiga... desde dónde Él quiera!
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