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#148 Desde Filipinas


Este pesebre lo compré en noviembre de 2014 en la tienda Falabella, de Miraflores, en Lima, Perú. Pero su origen es Filipinas.
Mide unos 30 centímetros de alto y está hecho con tela, paja, resina y alambre.
Dicen que en Filipinas tienen la temporada navideña más larga del mundo, ya que comienzan a ponerse "en clima" a partir de septiembre y las celebraciones se extienden hasta enero.
Se trata de un país donde el 90 por ciento de sus habitantes es cristiano, de mayoría católica.
Los espacios públicos se iluminan con los colores de la Navidad, pero la celebración no se queda en un mero hecho exterior, turistico o comercial.
Los filipinos celebran la Navidad con fe. Una de las tradiciones es el "Simbang Gabi", una serie de misas que se celebran a lo largo de nueve noches y que culmina en la víspera de Navidad.
Un elemento típico de la Navidad filipina son los faroles con forma de estrella, confeccionados con papel y bambú y que, desde su creacion, se disponían en caminos de pueblos y ciudades para guiar en la noche a los feligreses que iban a la Misa de Gallo. Hoy la tradición de mantene, aunque las estrellas de papel se iluminan por dentro con luz eléctrica. Sin embargo, el sentido es el mismo: una luz que guía en la oscuridad a quienes buscan congregarse para orar.
Y, por cierto, la imagen religiosa más antigua de Filipinas, que es venerada por miles de fieles que participan en multitudinarios actos de piedad cada año, es la del Niño Jesús.
Se trata del Santo Niño de Cebú, una inagen que tras estar vatios años perdida fue reencontrada el 28 de abril de 1565 por unos misioneros agustinos en una choza quemada, un acontecimiento que los filipinos recuerdan con el nombre de "kaplag" y que coincide con el comienzo de la evangelización permanente de su país.
La venerada imagen había sido llevada al atchipielago filipino por Fernando de Magallanes, célebre navegante portugués al servicio de la Corona española, y su capellán, el padre Pedro de Valderrama.
La expedición, que atravesó el estrecho que lleva el nombre del navegante en el extremo sur de América, llegó a Filipinas en 1521 y logró en la isla de Cebú la conversión del rey de Masaguá y el bautismo de muchos de los pobladores.
La imagen del Santo Niño fue entregada como obsequio a la esposa del rey.
Sin embargo, la expedición fracasó luego y la mayoría de los expedicionarios murió.
En 1565, el primer grupo de misioneros agustinos llegó a Filipinas, con frailes provenientes de España y México, liderados por el padre Andrés Urdaneta. Los religiosos encontraron la imagen dentro de una choza quemada y levantaron allí un templo que hoy continua siendo centro de la fervorosa devoción al Santo Niño.


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