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#277 En la barquilla


Este pesebre me lo regaló en octubre de 2019 mi amiga Paula Molinari. Lo trajo de Jujuy, en el noroeste de Argentina, y es una única pieza de cerámica, en estilo andino.
Las figuras de José, María y el Niño están dentro de una canoa de totoras -o caballito de totora, como se la denomina popularmente-, una embarcación típica de los pueblos originarios del lago Titicaca, en la frontera entre Bolivia y Perú.
¿Qué hace el Niño Jesús durmiendo en una barca?
Santa Teresa de Lisieux utilizaba muchas veces esta imagen para hablar de la silenciosa presencia de Jesús en su alma, a veces tan sigiloso que parece dormir, incluso en medio de la tempestad, como lo hizo en la barca de los apóstoles.
En sus diversos escritos, Teresita habla muchas veces de sí misma como una barquilla, una navecilla, un "frágil esquife".
Por fe, sabe que Jesús va en su barca, que es el "piloto divino" quien marca el rumbo de su vida y la conduce a la ribera deseada, aunque a veces la travesía no es fácil.
Dirá: "A mi navecilla le cuesta mucho llegar a puerto. Hace ya mucho tiempo que diviso la orilla, y aún me encuentro lejos de ella; pero es Jesús quien guía mi barquilla, y estoy segura de que el día que Él quiera la hará arribar felizmente a puerto".
Pero sucede que, a veces, en plena alta mar, cuando el oleaje arrecia, el Capitán del barco parece dormido e, incluso ausente. Teresa, en las sucesivas pruebas espirituales que afrontó, de "triste desierto", de "noche profunda del alma", aprendió a abandonarse en Dios, a confiar sin ver la orilla en el horizonte ni al mismo "Piloto divino".
"Nunca como en aquella prueba comprendí de bien el dolor de la Santísima Virgen y de san José mientras buscaban al divino Niño Jesús... Me encontraba en un triste desierto, o, mejor, mi alma parecía un frágil esquife, abandonado sin piloto a merced de las olas tempestuosas... Lo sé, Jesús estaba allí, dormido en mi barquilla; pero la noche era tan negra, que me era imposible verle".
En su barquito llamado "Abandono", Teresa fue aprendiendo a convivir con un Dios hecho Niño que, como todo infante, pasa muchas horas dormido... y hasta de esto supo aprovecharse Teresita, experta en las pequeñas ocasiones para amar a Dios. Renunciando a los consuelos, aceptando la aridez espiritual, se dijo: si Jesús está cansado y necesita dormir, que lo haga en mí...
"Jesús dormía, como siempre, en mi navecilla. ¡Qué pena!, tengo la impresión de que las almas pocas veces le dejan dormir tranquilamente dentro de ellas. Jesús está ya tan cansado de ser Él quien corra con los gastos y de pagar por adelantado, que se apresura a aprovecharse del descanso que yo le ofrezco".
A mediados de 1893, su hermana Celina le revela en una carta que lleva "meses" viviendo en una dura aridez espiritual, en la "noche oscura" de la nada, que se siente "sumida en la muerte", incapaz de practicar "muchas virtudes" para así tener qué ofrecer a Dios...
La respuesta de Teresa no se hace esperar y la copio a continuación casi entera, con la esperanza de que ayude a quien se crea una barca a la deriva en el mar de la vida...
"Querida Celinita: No me sorprende que no entiendas nada de lo que ocurre en tu alma. Un niño pequeño, completamente solo en el mar, en una barca perdida en medio de las olas borrascosas ¿podrá saber si está cerca o lejos del puerto? Mientras sus ojos divisan todavía la orilla de donde zarpó, sabe cuánto camino lleva recorrido y, al ver alejarse la tierra, no puede contener su alegría infantil. ¡Pronto -se dice a sí mismo- llegaré al final del viaje! Pero cuanto más se aleja de la playa, más vasto parece también el océano. Entonces la ciencia del niñito se ve reducida a nada, y ya no sabe hacia dónde va su navecilla. Como no sabe manejar el timón, lo único que puede hacer es abandonarse, dejar flotar la vela a merced del viento... 
Celina mía, la niñita de Jesús se encuentra completamente sola en una barquichuela, la tierra ha desaparecido a sus ojos y no sabe a dónde va, ni si avanza o retrocede... Teresita sí lo sabe: está segura de que su Celina está en alta mar, de que la navecilla que la lleva boga a velas desplegadas hacia el puerto, de que el timón, que Celina ni siquiera puede ver, no está sin piloto. Jesús está allí, dormido, como antaño en la barca de los pescadores de Galilea. Él duerme... y Celina no lo ve porque la noche ha caído sobre la navecilla... Celina no oye la voz de Jesús. El viento sopla y ella lo oye soplar, ve las tinieblas... y Jesús sigue durmiendo. Sin embargo, si se despertara solamente un instante, sólo tendría que «ordenar al viento y al mar, y vendría una gran calma», y la noche sería más clara que el día. Celina vería la mirada divina de Jesús, y su alma quedaría consolada... Pero entonces Jesús ya no dormiría, ¡y está tan cansado...! Sus pies divinos están cansados de buscar a los pecadores, y en la navecilla de Celina Jesús descansa tan a gusto... Los apóstoles le habían dado una almohada, el Evangelio nos cuenta este detalle. Pero en la barquilla de su esposa querida Nuestro Señor encuentra otra almohada mucho más suave: el corazón de Celina. Allí lo olvida todo, allí está como en su casa... No es una piedra lo que sostiene su cabeza divina (aquella piedra por la que suspiraba durante su vida mortal): es un corazón de hija, un corazón de esposa. ¡Y qué contento está Jesús! 
¿Pero cómo puede estar contento cuando su esposa sufre, cuando vela mientras Él duerme dulcemente? ¿No se da cuenta de que Celina no ve más que la noche, de que su rostro divino está escondido para ella, y de que a veces hasta la carga que siente sobre su corazón le parece pesada...? ¡Qué gran misterio! Jesús, el niñito de Belén, a quien María llevaba como una «carga ligera», se vuelve pesado, tan pesado que san Cristóbal se queda sorprendido... También la esposa de los Cantares dice que su «Amado es un ramillete de mirra que descansa sobre sus senos». La mirra es el sufrimiento, y así es como Jesús reposa sobre el corazón de Celina... Y sin embargo, Jesús está contento de verla entre sufrimientos, se siente feliz de recibirlo todo de ella durante la noche... Espera la aurora, y entonces... sí, entonces ¡¡¡qué despertar el de Jesús...!!! 
Celina querida, ten la seguridad de que tu barca está en alta mar, tal vez muy cerca ya del puerto. El viento del dolor que la empuja es un viento de amor, y ese viento es más rápido que el relámpago...".


Al Niño Jesús
"Tú, Jesús, me conoces,
tú mi nombre conoces,
y me llamas con la dulce mirada de tus ojos…
Ellos me comunican tu palabra: «Simple abandono,
conducir yo quiero, mi amada, tu barquilla».
Y con tu voz de niño, ¡oh maravilla!,
sólo con tu voz débil,
calmas el mar rugiente,
pones paz en el viento.
Si mientras brama la tormenta, ¡oh Niño!,
tú te quieres dormir,
posa tu linda cabecita blonda sobre mi corazón.
¡Qué encantador sonríes cuando duermes!
Con mi canto más dulce yo meceré tu cuna tiernamente,
¡Oh hermoso Niño mío!"

Santa Teresa del Niño Jesús

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