Este pesebre de seis piezas, en cerámica, lo compré en Salta, Argentina, en 2004.
Son figuras de piel cobriza, dorada por el sol de los Andes, con atuendos collas... "Allí un torito de arcilla, allí un corderito blanco y junto al niño moreno la virgencita de barro", describe Atahualpa Yupanqui, en su poema "Pesebre navideño".
¿Estaría Atahualpa contemplando mi pesebre del altiplano? Lo define como un "rincón de milagro":
"(...) En el patio de la casa
hay un rincón de milagro.
Candelas asustadizas
junto al pesebre sagrado
alumbran la nochebuena
de los que tienen mal año.
Allí un torito de arcilla,
allí un corderito blanco
y junto al niño moreno
la virgencita de barro.
¡Ay, pesebre navideño,
pesebre del altiplano!
No hay estrellas de papel
ni cielo en tela pintado.
Sólo está el cielo puneño
con sus mil años girando.
Sus mundos estremecidos
de soledad en lo alto.
La quena dice aleluya
en el fondo de los patios
mientras la voz de las cholas
junta cristales trizados.
Los ojos dicen: “¡mañana!”
Sueño de antiguo soñado.
Y mientras las viejas piden
“¡que el niño traiga buen año!”
la chicha amasa las coplas
en el fondo de los cántaros.
¡Ay, pesebre navideño,
pesebre del altiplano!
Junto a los muros de adobe
contempla el viento ese cuadro
de ponchos y de rebozos,
de sombreros y de aguayos
y de silencios que aprietan
un acuyico de salmos...
(...) Gota de luz en las velas
de aquel rincón de milagro.
Y tras la pirca, lo inmenso:
campo y cielo, cielo y campo...
¡Ay, pesebre navideño,
pesebre del altiplano!"
Son figuras de piel cobriza, dorada por el sol de los Andes, con atuendos collas... "Allí un torito de arcilla, allí un corderito blanco y junto al niño moreno la virgencita de barro", describe Atahualpa Yupanqui, en su poema "Pesebre navideño".
¿Estaría Atahualpa contemplando mi pesebre del altiplano? Lo define como un "rincón de milagro":
"(...) En el patio de la casa
hay un rincón de milagro.
Candelas asustadizas
junto al pesebre sagrado
alumbran la nochebuena
de los que tienen mal año.
Allí un torito de arcilla,
allí un corderito blanco
y junto al niño moreno
la virgencita de barro.
¡Ay, pesebre navideño,
pesebre del altiplano!
No hay estrellas de papel
ni cielo en tela pintado.
Sólo está el cielo puneño
con sus mil años girando.
Sus mundos estremecidos
de soledad en lo alto.
La quena dice aleluya
en el fondo de los patios
mientras la voz de las cholas
junta cristales trizados.
Los ojos dicen: “¡mañana!”
Sueño de antiguo soñado.
Y mientras las viejas piden
“¡que el niño traiga buen año!”
la chicha amasa las coplas
en el fondo de los cántaros.
¡Ay, pesebre navideño,
pesebre del altiplano!
Junto a los muros de adobe
contempla el viento ese cuadro
de ponchos y de rebozos,
de sombreros y de aguayos
y de silencios que aprietan
un acuyico de salmos...
(...) Gota de luz en las velas
de aquel rincón de milagro.
Y tras la pirca, lo inmenso:
campo y cielo, cielo y campo...
¡Ay, pesebre navideño,
pesebre del altiplano!"
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