Esta foto la tomé en abril de 2018 en uno de los altares laterales de la Basílica del Santísimo Rosario del Convento de Santo Domingo, de Lima, Perú.
Es del Niño Jesús Mariscal Chaperito, singular muestra de religiosidad popular que nació en la provincia peruana de Canta, al noreste de Lima. La imagen original de esta devoción procede de allí, donde el Niño, vestido con galas militares, está en brazos de la Virgen de la Natividad, patrona de la ciudad de Canta.
Quizás a alguno pueda parecerle un tanto extraño ver a un Niño Jesús con apariencia de militar, pero la imagen, si hacemos a un lado los prejuicios, nos puede regalar un significado espiritual precioso.
Lo primero es su nombre de "chaperito", diminutivo de un término derivado de "chappaquey", palabra que en la lengua quechua que hablaban antiguamente en Canta significa "mi dueño", "mi señor", "mi encomendero", "el que se apodera de mi". Es un reconocimiento del señorío de Dios, de su realeza, de su autoridad suprema, de su primacía en cada corazón.
El vocablo quechua "chappa" significa además "centinela", "capitán".
Se cuenta que en el siglo XIX las mujeres de Canta paseaban la imagen del Niño entre las filas de los soldados que iban a librar batallas por la Independencia y otras causas. Las victorias obtenidas llevaron a las tropas a reconocer al Niño como su general.
De allí que al Niño Chaperito lo llamen mariscal, un alto grado militar, un modo de reconocer la protección de Dios en las "batallas" diarias de la vida.
Y verán que esto no es tan extraño pues el mismo pueblo de Israel invocaba a Dios como el "Señor de los ejércitos", particularmente en tiempos de dificultades. Es Dios, soberano, el que está por encima de todo poder, quien quebranta al enemigo -el mal, el pecado del hombre- y pone fin a las guerras, las externas y las que se libran en nuestro propio corazón.
"El Señor avanza como un héroe, y se enardece como un guerrero. Pronuncia su arenga y lanza su grito de combate, y luego cae sobre los enemigos".
Isaías 42, 13
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