Esta foto la tomé en abril de 2018 en la preciosa Basílica de San Francisco, en Lima, Perú. Es la imagen del Niño Jesús Doctorcito y puedo dar fe de la devoción que le tienen los limeños pues en el rato que estuve allí de visita no cesaron de acercarse, especialmente niños y ancianos, para rezar ante ella con sencilla piedad.
Es peculiar la imagen: el Niño, con algunos juguetes, sentadito en un trono, vestido como médico, con ambo y zapatos blancos, y un estetoscopio.
Jesús, que curaba a los enfermos, corporal y espiritualmente, se llamó a sí mismo médico: "No es la gente sana la que necesita médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores" (Marcos 2, 17).
La imagen de Jesús como médico es preciosa. El médico -al menos el médico ideal- no solo sabe cómo restaurar la salud, sino tambiñen proteger y sostener toda vida. Ha de interesarse por su paciente como persona, en forma íntegra, y no solo por una parte de su cuerpo. Genera un vínculo de confianza con su paciente para entrar en un diálogo que verdaderamente conduzca a un diagnóstico acertado. Sabe "leer" más allá de los síntomas. Conoce qué remedio o tratamiento aplicar en cada caso. Convence al paciente de qué es lo mejor para su salud y le ayuda a superar los miedos posibles. Nunca abandona a un paciente a mitad de tratamiento. Y, una vez curado, lo sigue de cerca para prevenir recaídas.
Así actúa Dios para sanar nuestro corazón. Él es médico... y también medicina, ¡y la salud misma!
Podemos acercarnos a Él con suma confianza. Jesús no tiene miedo de nuestras enfermedades, no se espanta de nuestras llagas, nuestras heridas, nuestros pecados...
Pídamosle que ausculte nuestro corazón, todos los días, aún cuando nos parezca que está todo bien, pues Él, que nos ha formado y nos conoce infinitamente más y mejor que nosotros mismos, sí puede detectar hasta las fallas más pequeñas y darnos el remedio de su gracia.
"Señor, sondéame y conoce mi corazón, ponme a prueba y conoce mis sentimientos, mira si mi camino se desvía, guíame por el camino eterno", dice el salmo 138. ¡Digámoselo al Médico Divino!
"Curó a todos los enfermos para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías: «Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades»".
Mateo 8, 16-17
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