Este pesebre lo compré en Lima, Perú, en abril de 2018. Es una única pieza, en cerámica, con la Sagrada Familia caracterizada como integrantes de la tribu amazónica de los shipibo. Hay también algunos animales, como un mono y una tortuga, pero lo que más destaca en todo el conjunto es una colorida y gran mariposa.
Apenas la vi, me dije: "¡la mariposa de santa Teresa!".
La gran santa de Ávila utiliza la imagen de la mariposa en "Las moradas del castillo interior". Aparece en las moradas quintas y es símbolo de la metamorfosis de la persona, de la conversión obrada por Dios, de la transformación que se gesta en la progresiva unión con Dios, la unión transformante.
Esta unión es siempre puro regalo de Dios, aunque Teresa asegura que "podemos hacer mucho disponiéndonos". Y entonces viene la comparación con el gusano de seda.
El proceso comienza con lo que Teresa llama una pequeña "simiente" -un huevo de gusano sobre la hoja de una morera-, que está "muerta" y con el calor empieza a vivir.
En sentido espiritual, explica la santa, la persona -el gusano- comienza a tener vida verdadera cuando, "con el calor del Espíritu Santo", empieza a aprovecharse del "auxilio general que a todos nos da Dios" y de los medios que nos dejó en su Iglesia (los sacramentos, la Palabra, la oración, la formación...) que son "el remedio que un alma que está muerta en su descuido y pecados y metida en ocasiones puede tener". Entonces el gusanito se va alimentando y crece.
La siguiente fase es la del hilado de la seda, con la que el gusano hace un capullo muy apretado adonde se encierra.
Describe Teresa que el gusano "comienza a labrar la seda y edificar la casa adonde ha de morir" y que esta casa es Cristo. Porque Cristo ha de morar en la persona y ella, en Cristo.
¿Cómo se teje este capullo? "Quitando nuestro amor propio y nuestra voluntad, el estar asidos a ninguna cosa de la tierra, poniendo obras de penitencia, oración, mortificación, obediencia...".
Y así, el gusano, "grande y feo", bien "muerto al mundo" en la unión con Dios, se transforma finalmente en una "mariposica blanca, muy graciosa".
La transformación es evidente: "Ya no tiene en nada las obras que hacía siendo gusano, que era poco a poco tejer el capucho; hanle nacido alas, ¿cómo se ha de contentar, pudiendo volar, de andar paso a paso? Todo se le hace poco cuanto puede hacer por Dios, según son sus deseos. No tiene en mucho lo que pasaron los santos, entendiendo ya por experiencia cómo ayuda el Señor y transforma un alma".
Le han salido alas y vuela. Ya no tiene reposo. Cada vez más alto... hacia Dios!
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