Abrazo fraterno. Abrazo en Jesús.
Hay personas que saludan así, con esas palabras, antes de finalizar una carta o un correo electrónico. Pienso que es un modo de expresar el deseo de compartir con otros la experiencia de quien se sabe abrazado por Dios.
Este pesebre es una buena imagen del abrazo de Dios, con Dios y en Dios.
Es una pequeña pieza de cerámica, con colores llamativos. La traje de Lima, Perú, en abril de 2018, y me inspiró la ternura propia del abrazo al instante en que la vi.
Los abrazos hablan de apertura a la realidad, la vida, de los demás. De acoger sus vivencias, sean positivas o negativas, alegrándonos o consolando a conocidos y también extraños. Abrazar es humano, en el sentido profundo de asumir la humanidad propia y ajena, y, es por eso mismo, un gesto concreto de fraternidad.
Abrazar es muchas veces tocar las llagas de un corazón herido y suavizarlas -y hasta curarlas- con ternura, amabilidad, contención, afecto, protección, cercanía, atención respetuosa, delicadeza...
Abrazar es también... dejarse abrazar, ser capaces de aceptar el amor que se nos ofrece, la alegría que se nos comparte, la lágrima que se nos pide enjugar, la confianza que se nos da...
Y abrazar es también perdonar, es signo de reconciliación.
Pero, sobre todo, abrazar es una gracia, un don de Dios, pues difícilmente podamos dar un abrazo santo en su más profundo sentido sin antes experimentar nosotros mismos el abrazo de Dios que es, en definitiva, el que nos mueve y nos habilita a consolar con el consuelo con que somos consolados, a amar con el mismo Amor con que Dios nos amó primer, a perdonar desde el sabernos alcanzados antes por la infinita Misericordia del Señor.
¡Abrazo en Jesús!
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