Esta figura de resina me la regaló mi mamá en noviembre de 2016 y fue comprada en la librería Don Bosco, de Buenos Aires.
El Niño Jesús duerme profundamente y un angelito toca con su violín unos acordes para despertarle...
Esta imagen me recuerda a dos salmos, el 57 y el 108, que coinciden en estas palabras:
"Mi corazón está firme.
Dios mío, mi corazón está firme.
Voy a cantar al son de instrumentos:
¡despierta, alma mía!
¡Despierten, arpa y cítara,
para que yo despierte a la aurora!
Te alabaré en medio de los pueblos, Señor,
te cantaré entre las naciones,
porque tu misericordia se eleva hasta el cielo,
y tu fidelidad hasta las nubes.
¡Levántate, Dios, por encima del cielo,
y que tu gloria cubra toda la tierra!".
El salmista despierta. Despierta él mismo. Despierta su voz y a sus instrumentos. Despierta a otros como él y despierta a la aurora.
Despierta para orar y entonar alabanzas al Señor, el Sol que nace desde lo alto, el Resucitado que se presenta al alba.
Despierta a la aurora para que pronto se aleje la noche y se alce este Sol.
Jesús es Luz y el que madruga para orar busca no perderse nada de estos divinos rayos, busca que el amanecer no lo sorprenda dormido...
Se adelanta a la aurora recibiendo al Dios que se eleva "por encima del cielo" con cantos de alabanza.
Y esa música, ejecutada "en medio de los pueblos", despierta a otros... para que sobre ellos también amanezca Dios.
No es casual que estos dos salmos formen parte en la Liturgia de las Horas de la oración de Laudes, la primera de la mañana. Son un medio para iniciar nuestro día con los ojos puestos en Dios, para que sea Él la Luz de nuestra jornada.
"Buenos días, Señor, a Ti el primero encuentra la mirada
del corazón, apenas nace el día:
tú eres la luz y el sol de mi jornada.
Buenos días, Señor, contigo quiero andar por la vereda:
Tú, mi camino, mi verdad, mi vida;
Tú, la esperanza firme que me queda.
Buenos días, Señor, a Ti te busco, levanto a Ti las manos
y el corazón, al despertar la aurora
quiero encontrarte siempre en mis hermanos.
Buenos días, Señor resucitado, que traes la alegría
al corazón que va por tus caminos,
¡vencedor de tu muerte y de la mía!
Gloria al Padre de todos, gloria al Hijo, y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos te alabe nuestro canto. Amén".
Bernardo Velado y Antonio Alcalde,
himno de Laudes para miércoles de la primera semana,
Liturgia de las Horas
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