Este pesebre me lo regaló en noviembre de 2016 mi papá, quien lo compró en la santería Nuestra Señora del Carmelo, en Buenos Aires.
Es un pesebre artesanal, con base de madera y las figuras de María, José y el Niño vestidas iguales, con un tejido de telar.
Un modo de "leer" la imagen es pensar al Hijo plenamente revestido de nuestra humanidad, sometiéndose también por ello a nuestra necesidad humana de ser cubiertos, de ser vestidos.
Pero también podemos contemplar la imagen desde otro punto de vista: son María y José quienes se visten como el Hijo.
Hay un consejo y, más que eso, una exhortación, un llamado de san Pablo que va en esa dirección: "Revístanse del Señor Jesucristo" (Romanos, 13, 14).
Revestir es más que vestir. No es disfrazarse. Ni siquiera es un simple imitar.
Revestirse es cubrirse por entero, algo que implica todo el ser, no tan solo lo exterior. El revestimiento cubre, protege, da nueva identidad, redefine.
Revestirse de Jesús es algo más que imitarlo, lo cual ya sería algo muy bueno. Es configurase con Él, dejarse modelar por Dios hasta ser "otro Cristo", tener sus mismos sentimientos, sus mismas intenciones, sus mismos pensamientos... hasta al punto de poder decir, como san Pablo, que ya no somos nosotros sino que es Él el que vive en nosotros.
Revestirse de Jesús... Sin duda, así lo hicieron María y José. ¡Qué ellos intercedan para que nosotros también llevemos ese revestimiento de gracia!
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