Este pesebre me lo regaló mi mamá en noviembre de 2016. Fue comprado en la librería Don Bosco, de Buenos Aires.
Es una única pieza, con las figuras de Jesús, María y José, hecha en polvo de mármol, con acabado blanco y decoración en color oro. Es de la marca italiana Koras, con sede en Torre di Mosto, un pueblo de la provincia de Venecia.
Según el fabricante, este modelo de pesebre se llama, en italiano, "Linterna", en referencia al farol que lleva José en su mano izquierda.
Es muy singular que sea José quien, de los tres, porte la luz cuando parece ser una figura signada por la noche. ¿Qué es esa luz que lleva?
José tuvo que abrirse paso en la oscuridad de la noche.
Dios lo llamó a acoger a María y a su Hijo en la noche del no entender, del no comprender, de la renuncia.
Dice la Palabra que José era un "hombre justo", es decir, santo. Y Dios lo llamó, lo invitó a acoger sus planes, resignando sus propios proyectos. Lo llamó a aceptar su Voluntad, una voluntad cuyo horizonte no siempre se nos presenta claro, definido.
Un plan divino que se le presenta en sueños. En la noche oscura.
Pero José, sin ver, acepta.
Acepta y se convierte en instrumento para que, en la noche del hombre, nazca la Luz.
La Luz del mundo es el Mesías, el Salvador. El Ángel se lo dijo sin rodeos: el hijo que dará a luz María "salvará a su Pueblo de todos sus pecados". Pero Jesús parece ser un niño como todos, o menos que todos, nace en condiciones de mucha precariedad, fragilidad, sin signos de privilegio o realeza...
Es de noche y José seguramente no ve con claridad cómo es que ese Niño, ése que yace entre pajas, va a salvar a su pueblo...
Es de noche y otra vez, en esa oscuridad, los desconcertante planes de Dios vuelven a interpelarlo. Dios le pide que se haga cargo de la vida de ese Niño y de María, que los proteja... Dios lo llama otra vez a ser instrumento clave en su plan de salvación, un plan al que José adhiere pero sin ver, sin comprender del todo.
Y José otra vez deja de lado sus propios proyectos. En vez de regresar a Nazaret, Dios le pide huir a Egipto, ser extranjero en tierra desconocida, caminar hacia la incertidumbre, hacia el no saber, hacia lo incierto...
"José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto", diec el relato de san Mateo.
Es impresionante que José, en los dos sueños, en la noche oscura, no pregunta, no pide explicaciones, no pone reparos. Solo despierta, se levanta y obedece... aún siendo de noche.
José, san José, anda en la noche, en la oscuridad del no entender los planes de Dios, en el no ver los alcances últimos del proyecto divino... camina hacia dónde Dios le pide, pero a ciegas, sin saber lo que hay a la vuelta de la esquina.
Como el alma que busca a Dios en la "Noche oscura" de san Juan de la Cruz, José anda "sin otra luz ni guía sino la que en el corazón ardía". Y es es la luz de la fe. Es la luz que nos permite confiar, abandonarnos en Dios, fiarnos de Él, cuando nuestra razón y nuestros sentidos no tienen nada claro y no nos dan certeza alguna del camino por dónde se nos pide ir.
Esa luz de la fe es la que nos permite ir adelante sin tenerlo todo asegurado, la que nos permite aceptar los designios de Dios y resignar los propios planes.
Es esa luz la que permitió a José vivir "en la pura fe", incluso muriendo sin ver la consumación del plan de Dios del que él fue instrumento clave. Es la fe la que permite sembrar sin ver los frutos, pero con la confianza de que toda semilla regada por Dios germinará a su tiempo.
Ésa es la luz de san José, la fe que en su corazón ardía, la guía de sus noches...
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