Es una sola pieza, pequeña, de cerámica en vivos colores. Las figuras del nacimiento, de estilo indígena, están colocadas como en la panza de un búho.
Dicen que los búhos pueden ver en la oscuridad total. En la noche más cerrada, a la que muchos temen, el búho es capaz de ver lo que otros no.
"Místico búho". Éste es uno de los apodos más peculiares que encontré de san Juan de la Cruz, poeta, místico y un verdadero experto en guiar a las almas a través de las noches oscuras...
Para llegar a Dios, el alma debe atravesar su "noche oscura" y sufre la pena de reconocerse ciega, de andar a tientas, el temor de extraviarse y de no encontrar lo que tanto desea.
En esa noche, a veces "adolece, pena y muere" porque el Amado parece "escondido", parece haberle abandonado... Entonces reclama: "¡véante mis ojos!".
Pero sigue su búsqueda, guiada solo por la luz de la fe. Aunque no ve porque es de noche, sabe bien cuál es la "fuente" que busca: "Su claridad nunca es oscurecida, y sé que toda luz de ella es venida, aunque es de noche".
Y se adentra más aún en las sombras, se arriesga al salto de la fe, intuyendo que en el "no ver" alcanzará a Dios:
"Cuanto más alto subía
deslumbróseme la vista,
y la más fuerte conquista
en oscuro se hacía;
mas, por ser de amor el lance
di un ciego y oscuro salto,
y fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance".
Entonces lo desconocido de la noche, lo tenebroso que le inspiraba la oscuridad, se vuelve una vía segura para que el alma, sin ser notada, pueda salir libremente al ansiado encuentro de su Amado:
"En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquésta me guiaba
más cierto que la luz de mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que guiaste!
¡oh noche amable más que el alborada!
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!".
Y así, en medio de la noche más cerrada, el alma se abrasa y se alumbra en la "llama de amor viva" de Dios.
A toda noche sobreviene el día. A las sombras, la claridad. A la muerte, la resurrección. Hay que velar con la lámpara de la fe encendida... porque a Dios le gusta llegar de noche.
No por nada Jesús nació de noche. Se hizo Luz del mundo en medio de la oscuridad.
Y aquella noche oscura de Navidad también fue noche que juntó "Amado con amada", desposorio de Dios con la Humanidad tan bellamente captado por nuestro "místico búho":
"Ya que era llegado el tiempo
en que de nacer había,
así como desposado
de su tálamo salía
abrazado con su esposa,
que en sus brazos la traía,
al cual la graciosa Madre
en un pesebre ponía,
entre unos animales
que a la sazón allí había.
Los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,
festejando el desposorio
que entre tales dos había.
Pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía,
que eran joyas que la esposa
al desposorio traía.
Y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:
el llanto del hombre en Dios,
y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro
tan ajeno ser solía".
Dicen que los búhos pueden ver en la oscuridad total. En la noche más cerrada, a la que muchos temen, el búho es capaz de ver lo que otros no.
"Místico búho". Éste es uno de los apodos más peculiares que encontré de san Juan de la Cruz, poeta, místico y un verdadero experto en guiar a las almas a través de las noches oscuras...
Para llegar a Dios, el alma debe atravesar su "noche oscura" y sufre la pena de reconocerse ciega, de andar a tientas, el temor de extraviarse y de no encontrar lo que tanto desea.
En esa noche, a veces "adolece, pena y muere" porque el Amado parece "escondido", parece haberle abandonado... Entonces reclama: "¡véante mis ojos!".
Pero sigue su búsqueda, guiada solo por la luz de la fe. Aunque no ve porque es de noche, sabe bien cuál es la "fuente" que busca: "Su claridad nunca es oscurecida, y sé que toda luz de ella es venida, aunque es de noche".
Y se adentra más aún en las sombras, se arriesga al salto de la fe, intuyendo que en el "no ver" alcanzará a Dios:
"Cuanto más alto subía
deslumbróseme la vista,
y la más fuerte conquista
en oscuro se hacía;
mas, por ser de amor el lance
di un ciego y oscuro salto,
y fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance".
Entonces lo desconocido de la noche, lo tenebroso que le inspiraba la oscuridad, se vuelve una vía segura para que el alma, sin ser notada, pueda salir libremente al ansiado encuentro de su Amado:
"En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquésta me guiaba
más cierto que la luz de mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que guiaste!
¡oh noche amable más que el alborada!
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!".
Y así, en medio de la noche más cerrada, el alma se abrasa y se alumbra en la "llama de amor viva" de Dios.
A toda noche sobreviene el día. A las sombras, la claridad. A la muerte, la resurrección. Hay que velar con la lámpara de la fe encendida... porque a Dios le gusta llegar de noche.
No por nada Jesús nació de noche. Se hizo Luz del mundo en medio de la oscuridad.
Y aquella noche oscura de Navidad también fue noche que juntó "Amado con amada", desposorio de Dios con la Humanidad tan bellamente captado por nuestro "místico búho":
"Ya que era llegado el tiempo
en que de nacer había,
así como desposado
de su tálamo salía
abrazado con su esposa,
que en sus brazos la traía,
al cual la graciosa Madre
en un pesebre ponía,
entre unos animales
que a la sazón allí había.
Los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,
festejando el desposorio
que entre tales dos había.
Pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía,
que eran joyas que la esposa
al desposorio traía.
Y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:
el llanto del hombre en Dios,
y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro
tan ajeno ser solía".
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