Este pesebre, traído de la norteña provincia argentina de Salta, me lo regaló mi amiga Dani Vulcano, en marzo de 2010. Es un pesebre en miniatura, de tres piezas, con rasgos collas, dentro de una vasija de arcilla abierta, con una guarda indígena. En las culturas andinas las vasijas tienen una importancia fundamental para la conservación, tanto de los alimentos como incluso de los restos humanos, que en algunos casos eran enterrados dentro de recipientes de barro. Sencilla, rústica, acogedora, una buena vasija tiene, si se quiere, las mismas cualidades que tuvo el pesebre de Belén para albergar a la Sagrada Familia. ¡Seamos también vasijas sencillas para que Jesús venga a nacer en nosotros!
«Vayamos hasta Belén y veamos lo que ha sucedido» (Lc 2, 15).