Este pesebre me lo regaló en noviembre de 2018 mi amiga Daniela Temelini. El nacimiento tiene las figuras de Jesús, María y José, con unos rostros llenos de dulzura, montadas sobre un trozo de corteza de árbol y fue hecho por la hermana de Daniela, carmelita descalza del Monasterio Santa Teresa de Jesús, de Buenos Aires.
Como es mi primer pesebre auténticamente carmelitano me pareció que estas líneas se las debía dedicar a santa Teresa, varias veces citada en este blog, y a su amor por el Niño Jesús.
Cuenta la tradición que un día la santa vio a un precioso niño en la escalera principal del Monasterio de la Encarnación, en Ávila. Sorprendida por ver a un niño dentro de la clausura, le preguntó:: "¿Y tú quién eres?". El niño le replicó con igual pregunta: "¿Y quién eres tú?". La santa respondió: "Yo, Teresa de Jesús". Y el niño, sonriente, le contestó: "¡Pues yo soy Jesús de Teresa!".
Esta deliciosa anécdota no quedó consignada por Teresa en sus escritos, pero, sin embargo, condensa gran parte del camino espiritual de la santa, centrado en la "sacratísima Humanidad" de Cristo, la experiencia de un Dios que se le regala, con amor desbordante, y que es Presencia "cabe sí" en su día a día...
"Yo sólo podía pensar en Cristo como hombre", dirá Teresa en su "Libro de la vida". El Dios Vivo, hecho Hombre, encarnado, se vuelve el centro de toda su experiencia vital.
Con su centralidad en Cristo, su amor a María y su devota confianza en san José, no es extraño que la santa llamara a los nuevos conventos que iba fundando portales de Belén. Veía además en el pesebre el ejemplo de pobreza y humildad evangélicas que quería para sus hijas e hijos descalzos: "Parezcámonos en algo a nuestro Rey, que no tuvo casa, sino en el portal de Belén adonde nació, y la cruz adonde murió" ("Camino de perfección" 2, 9).
Tampoco sorprende que, aun cuando en los escritos en prosa que dejó son pocas las menciones al Niño, su devoción por el Divino Infante fuera grande, tal como lo han reseñado numerosos testigos, un amor que, además, la santa ha dejado en herencia a sus hijas, a quienes animaba a vivir con intensidad el tiempo de Navidad.
Cantaba y bailaba... ¡porque nos ha nacido el Salvador! Era portadora de la alegría auténtica de la Navidad y la contagiaba a sus hijas -"Dios me libre de santos encapotados", decía la santa madre-.
Es conocido el episodio narrado en un manuscrito del convento de Cuerva (Toledo), de cuando Teresa, en las vísperas de una fiesta de la Circuncisión -que forma parte del tiempo litúrgico de Navidad y de la que la santa era muy devota-, "estando las religiosas en la noche en la recreación, salió la santa madre de su celda, arrebatada de un maravilloso fervor e ímpetu de espíritu, danzando y cantando, e hizo que el convento la ayudase, lo que hicieron con notable alegría de espíritu".
Teresa se transfiguraba "particularmente en la noche de Navidad cantando en los maitines el evangelio de San Juan", cuando, según el relato de Ana de Jesús, una de sus mayores discípulas, "fue cosa celestial de la manera que sonó, no teniendo ella naturalmente buena voz".
Su fiel secretaria y enfermera, Ana de San Bartolomé, dio cuenta de que "en estas fiestas" la santa "hacía muchos regocijos y componía algunas letras en cantarcicos a propósito de ellos y nos los hacía hacer y solemnizar con alegría".
Según testificó sor Isabel Bautista, del convento de Ávila, la madre "solemnizaba mucho la fiesta de Navidad y hacía en ella una procesión por los dormitorios con la imagen de Nuestra Señora y de San José, de quien era devotísima, y enseñaba a las antiguas sus coplitas; y en otras decía y alentaba con esta coplita a sus religiosas: 'No durmáis, hermanas, mirad que viene la que a Dios por Hijo tiene'. Y con esta devoción y alegría iba a todas pidiendo posada para el Niño y para la Madre y para el esposo san José".
De acuerdo a otro testimonio, de sor Casilda de la Concepción, en la mañana de la víspera de la Navidad de 1568, en Valladolid, estando la comunidad residiendo temporalmente en la casa de doña María de Mendoza, Teresa les dio una charla "tan eficaz y maravillosa" sobre "las lágrimas del Niño, la pobreza de la Madre, la dureza del pesebre, el rigor del tiempo, y las descomodidades del portal, con espíritu y fervor tan grande que salieron todas no sólo consoladas y alegres, sino desafiando y llamando a voces los trabajos".
El jesuíta Francisco de Ribera, primer biógrafo de Teresa de Jesús, destaca en su libro "La vida de la Madre Teresa de Jesús", publicado en 1590, que "gustaba la madre de que sus monjas anduvieran alegres y que cantasen en las fiestas de los santos e hiciesen coplas", pero "como gustaba de dar ejemplo en todo, hacíalas ella misma y las cantaba en unión de sus monjas, sin instrumento ninguno de música sino acompañándose con la mano, dando ligeras y suaves palmadas, para llevar compás y hacer cierta armoniosa cadencia", pero, resalta, "aun los mismos villancicos rebosaban de amor divino".
Entre las obras poéticas de la santa, se conservan siete villancicos. En estos cantares y coplas domina el tono festivo y popular, con diálogos entre zagales (jóvenes pastores) admirados ante el Dios Soberano y Omnipotente hecho Hombre y ante los sufrimientos que, ya desde el pesebre, Jesús padece por salvar a los hombres del pecado:
"- ¿Si es Dios el que hoy ha nacido,
cómo puede ser difunto?
- ¡Oh, que es hombre también junto!
La vida estará en su mano;
mirad, que es este el Cordero,
Hijo de Dios Soberano".
El Niño recién nacido es "uno de los nuestros" para los zagales de los villancicos teresianos, por pastor, por hombre y por pobre entre los pobres:
"Hoy nos viene a redimir
un Zagal, nuestro pariente,".
"Pues si es Dios, ¿cómo ha querido
estar con tan pobre gente?".
Para María, Teresa se reserva en sus coplas navideñas los más bellos piropos:
"Mi fe, yo lo vi nacido
de una muy linda Zagala".
"-¿Es parienta del alcalde,
o quién es esta doncella?
-Ella es hija de Dios Padre,
relumbra, como una estrella".
Teresa, la gran Teresa, confesa "engolosinadora" de almas, tampoco excluyó de sus villancicos esas "voces" que desde su "castillo interior" siguen invitándonos a amar al verdadero Amador, al "Jesús de Teresa":
"-Dime Pascual, ¿qué me quieres,
que tantos gritos me das?
- Que le ames, pues te quiere,
y por ti está tiritando.
Mírale Gil, que te está llamando...".
"Pues la estrella
es ya llegada,
vaya con los Reyes
la mi manada.
Vamos todas juntas
a ver el Mesías,
pues vemos cumplidas
ya las profecías.
Pues en nuestros días,
es ya llegada,
vaya con los Reyes
la mi manada.
Llevémosle dones
de grande valor,
pues vienen los Reyes,
con tan gran hervor.
Alégrese hoy
nuestra gran Zagala,
vaya con los Reyes
la mi manada.
No cures, Llorente,
de buscar razón,
para ver que es Dios
aqueste garzón.
Dale el corazón,
y yo esté empeñada:
vaya con los Reyes
la mi manada".
"Pues el amor
nos ha dado Dios,
ya no hay que temer,
muramos los dos.
Danos el Padre
a su único Hijo:
hoy viene al mundo
en pobre cortijo.
¡Oh gran regocijo,
que ya el hombre es Dios!
no hay que temer,
muramos los dos.
- Mira, Llorente
qué fuerte amorío,
viene el inocente
a padecer frío;
deja un señorío
en fin, como Dios,
ya no hay que temer,
muramos los dos.
- Pues ¿cómo, Pascual,
hizo esa franqueza,
que toma un sayal
dejando riqueza?
Mas quiere pobreza,
sigámosle nos;
pues ya viene hombre,
muramos los dos.
- Pues ¿qué le darán
por esta grandeza?
- Grandes azotes
con mucha crudeza.
- Oh, qué gran tristeza
será para nos:
si esto es verdad
muramos los dos.
- Pues ¿cómo se atreven
siendo Omnipotente?
¿Ha de ser muerto
de una mala gente?
- Pues si eso es, Llorente,
hurtémosle nos.
- ¿No ves que El lo quiere?
muramos los dos".
Santa Teresa de Jesús
Hermosa la publicación, qué lindas las citas, y las poesías también...!!
ResponderEliminarGracias! Es que santa Teresa es una grande!
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