Este pesebre me lo regaló mi papá en noviembre de 2018. Está hecho en China, en madera, a la manera de las mamushkas, como llamamos en Argentina a las muñecas rusas matryoshkas.
Estas muñecas se caracterizan por ser piezas de tamaño consecutivo, que se abren por la mitad y que entran una dentro de la otra, hasta llegar a la más pequeña, que no se abre.
En este caso son seis figuras del pesebre y la más pequeñita es la del Niño Jesús. De modo que si todas las piezas están guardadas unas dentro de otras, lo que está en el más profundo centro es Jesús.
Me pareció una hermosa imagen de la inhabitación de Dios en el alma. Debajo de tantas capas exteriores e interiores, de las máscaras que nos fabricamos, los lastres que cargamos y de todo aquello que, en realidad, no es de Dios, debajo de todo esto, cuando lo removemos, cuando lo quitamos, hallamos la Presencia de Dios.
Para descubrir y gozar de esta Presencia necesitamos entrar dentro de nosotros mismos, en nuestra interioridad, hasta llegar al centro del alma y encontrarnos con Dios, que no es un concepto ni una idea, sino que se nos revela como Persona.
Es una Presencia amorosa a la que accedemos por la gracia de la fe, Presencia viva, íntima, cotidiana... esa dulce compañía del Dios hecho Hombre que anida, pequeño por amor, en el pesebre de nuestra interioridad más profunda.
"¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente
solo moras!"
San Juan de la Cruz,
"Llama de Amor viva"
"Olvido de lo creado,
memoria del Creador,
atención a lo interior
y estarse amando al Amado".
San Juan de la Cruz
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