Es enorme, ocupa uno de los altares laterales -y un poco más- y tiene hasta bancos para sentarse o arrodillarse y sentirse dentro de la escena del nacimiento y orar, como un pastor más de los que están allí en torno a Jesús.
Para mí, éste es uno de los mensajes más potentes del pesebre de este año: la invitación a ser parte, a integrarse a otros que, como un todo, están -son comunidad- con Jesús en medio.
Estamos llamados a vivir una relación personal y estrecha de amistad con Dios, pero la fe y el amor, si verdaderos, no se quedan encerrados en una vivencia intimista que excluye a los demás.
Dios ha querido encarnarse y ser parte de nuestra humanidad en un pueblo concreto, una familia concreta, una comunidad de discípulos concreta.
La fe y el amor se expresan en nuestra pertenencia a una comunidad eclesial concreta, con hermanos con nombre propio. Es allí donde nuestra fe se pone a prueba, se alimenta, se fortalece, se dinamiza... Es en comunidad donde nos encontramos con Cristo en su Palabra, en los sacramentos y en los "otros Cristos" que son hermanos nuestros y sin los cuales no tendríamos con quiénes hacer vida el mandato del amor que nos dejó el Señor -"ámense los unos a los otros" (Juan 13, 34)-.
Ser parte de una comunidad, tener hermanos con quienes compartir el camino de la fe, es uno de los mayores regalos que nos da Dios y se parece mucho a este pesebre: con nuestras luces y sombras, con nuestras pobrezas, en la acción, en el silencio orante, de pie o de rodillas, en primera fila o en el último asiento, pero juntos y con Dios en el centro.
"Donde están dos o tres reunidos en mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos" (Mateo 18, 20).
"De una profundidad inimaginable es el sacramento de la comunidad: la Comunión. En ésta el hombre se hace una sola cosa con Dios, quien, a su vez, está vuelto, personal y totalmente hacia él y se entrega a él. Este mismo Dios está unido no solamente a ese hombre, sino también a los demás. Cada individuo acoge a Dios en su propia persona, pero lo recibe también para los demás: para su cónyuge, hijos, padres, hermanos, amigos; es decir, para todos los que están unidos a él por el amor".
"Cada uno recibe la gracia no sólo para sí, sino también para los demás, y la derrama a raudales por medio de cada palabra, de cada encuentro, de cada buen pensamiento, de cada buena acción realizada con amor".
"Ninguno de nosotros sabe cuán profundamente vive a partir de la fuerza de la gracia que fluye hacia él por medio de los demás, así como también vive de la oración secreta del corazón pacífico, de la ofrenda expiatoria de personas desconocidas, de la reparación vicaria de quienes se ofrecen silenciosamente por sus hermanos. Así es una comunidad configurada por las fuerzas más profundas que podamos imaginar".
Romano Guardini, "El sentido de la Iglesia".
Hermoso quedo el pesebre!!!
ResponderEliminarMuy hermoso! Se nota la mano de la experta... y el corazón que le pone siempre!
EliminarMuy lindo pesebre y muy linda reflexión. Vamos TODOS juntos a Belén, que nadie quede fuera o rezagado. Hasta que no estemos todos el misterio de la encarnación no está cumplido, no ha llegado a plenitud
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Gerardo, qué desafío grande que tenemos, el ser uno en Cristo, el ser verdadera comunidad, que todos seamos Iglesia!
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