Esta foto la tomé en diciembre de 2018. Si observan con atención, notarán que el pesebre está detrás de un vidrio y que en él se reflejan edificios y un ómnibus.
Este pesebre -si mal no recuerdo, de origen ruso- se exhibe junto a muchos otros en las vidrieras de un comercio de Buenos Aires. Nada extraño, siendo diciembre, para una casa de artículos de decoración del hogar. Lo extraño es que los pesebres, ninguno de ellos, están a la venta.
Llevada por la curiosidad, entré al negocio para averiguar... y conocí a una persona entrañable, de esas que se les ilumina el rostro -e iluminan a otros- al hablar de aquello que llevan en el corazón.
Adela Oviedo Gutiérrez Báez nació en Paraguay hace 68 años. A los 5 se fue con su familia a Argentina. A los 30 comenzó a coleccionar pesebres y hace unos quince años empezó a exhibirlos en las vidrieras de su negocio, en el barrio de Congreso.
Los pesebres no conviven con otros artículos que sí están a la venta. Cuando en diciembre el grueso de los comerciantes piensa en cómo vender más y atraer a los clientes, Adela vacía todas las vidrieras de su local y monta allí una exhibición de casi un centenar de pesebres de todo el mundo, propios, que le han regalado y hasta alguno "en préstamo".
Adela me contó que hace esto para compartir sus tesoros y para poner de relieve a los verdaderos protagonistas de la Navidad, en particular al Niño Jesús, en unos tiempos donde cada vez se ven menos pesebres y más Papá Noel y se va vaciando de su sentido real a la fiesta.
Lo mejor es la reacción de la gente, vecinos y transeúntes ocasionales, que se detienen a observar, a sacar fotos, a leer los mensajes puestos también en las vidrieras, a pensar, a rezar...
Adela me contó anécdotas preciosas y conmovedoras.
Quizás la que más me impactó es la de una mamá que se detenía a rezar ante los pesebres por su hijo, quien esperaba un transplante en la contigua Fundación Favaloro. Su hijo finalmente murió, pero aquella mujer siempre le ha agradecido a Adela el bien que le hacía orar cada tarde ante esas vidrieras...
Lo que hace Adela es un gesto concreto, muy simple, de compartir el verdadero sentido de la Navidad y logra con esto hacer mucho bien a otros, vecinos y desconocidos... es un ejemplo de que no se necesitan grandes cosas para dar testimonio de la propia fe sino más bien un corazón abierto y generoso, tierra fértil para alumbrar el Bien. Y Dios -¡el Niño Dios!- hace el resto.
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