Este pesebre lo compré en abril de 2018 en Lima, Perú. Es una única pieza, de cerámica, con las figuras de José, María y el Niño Jesús en estilo andino, y una Luna por detrás.
En la víspera de la Navidad de 1968, Frank Borman, Jim Lovell y Bill Anders, tripulantes del Apolo 8, se convirtieron en los primeros seres humanos en orbitar la Luna. Aquel 24 de diciembre enviaron al mundo una imagen de la Tierra vista por primera vez desde la perspectiva de su luminoso gran satélite natural.
Y mientras el módulo de comando flotaba sobre la superficie lunar, los astronautas transmitieron un singular mensaje a la Tierra.
"La gran soledad es asombrosa, inspiradora, y te hace dar cuenta de lo que tienes allá en la Tierra", dijo Lovell.
Entonces, sabiendo que en aquella histórica Nochebuena tendrían la mayor audiencia que alguna vez hubiera acaparado una voz humana, Anders anunció: "Para toda la gente de la Tierra, la tripulación del Apolo 8 tiene un mensaje que nos gustaría enviarle".
Y a continuación se turnaron en la lectura de los primeros versículos del libro del Génesis:
"En el principio Dios creó el cielo y la tierra.
Y la tierra estaba desordenada y vacía; y la oscuridad estaba sobre la faz del abismo.
Y el Espíritu de Dios se movió sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Hágase la luz, y fue la luz.
Y Dios vio la luz, que era buena: y Dios dividió la luz de la oscuridad.
Y Dios llamó a la luz Día, y la oscuridad llamó Noche. Y la tarde y la mañana fueron el primer día.
Y dijo Dios: Haya un firmamento en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas.
E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión de las aguas que estaban sobre la expansión; y fue así.
Y Dios llamó al firmamento Cielo. Y la tarde y la mañana fueron el segundo día.
Y dijo Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y que aparezca la tierra seca; y fue así.
Y Dios llamó a la tierra seca Tierra; y la reunión de las aguas llamó mares: y Dios vio que era bueno".
Borman agregó: "Y de la tripulación del Apolo 8, cerramos con buenas noches, buena suerte, una feliz Navidad, y Dios los bendiga a todos ustedes, a todos ustedes en la buena Tierra".
Después de dar la vuelta a la Luna diez veces en aquella víspera de Navidad, regresaron a casa, a "la buena Tierra". Los hombres, que por tanto tiempo se habían preparado para la exploración de la hasta entonces desconocida Luna, terminaron descubriendo, desde esa nueva perspectiva, la Tierra, creación de Dios...
Pocos meses después, se concretaría otra hazaña: otra misión espacial regresaría a la Luna, ésta vez para poner por primera vez los pies del hombre sobre la superficie lunar... Y también aquel hito hizo volver los ojos de los protagonistas hacia Dios.
La tripulación del Apolo 11, que llegó a la superficie de la Luna el 20 de julio de 1969, llevaba consigo un pequeño disco de silicio que contenía un mensaje de buena voluntad" de 73 líderes mundiales, entre ellos el papa Pablo VI, quien, tras transcribir el salmo 8, anotó: "Para la gloria del nombre de Dios que da tal poder a hombres, oramos fervientemente por este maravilloso comienzo".
Aquellas palabras sagradas del salmo 8 contenidas en el disco que fue colocado en el lunar Mar de la Tranquilidad fueron, además, oración para uno de los primeros seres humanos en caminar por la Luna.
Edwin "Buzz" Aldrin, uno de los tres integrantes de la tripulación, fue la segunda persona en pisar la Luna después del comandante de la misión, Neil Armstrong, y ambos estuvieron unas veinte horas sobre la superficie lunar.
Estando allí, "Buzz", un cristiano presbiteriano, celebró solo y en silencio, en un momento de recogimiento, la "cena del Señor" con un poco de pan y unas gotas de vino. Para sí, leyó una cita del evangelio de Juan que se había llevado escrita de puño y letra. En el papel también había escrito un par de versículos del famoso salmo 8.
El salmo, atribuido al rey David, canta así:
"¡Señor, nuestro Dios,
qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!
Quiero adorar tu majestad sobre el cielo:
con la alabanza de los niños
y de los más pequeños,
erigiste una fortaleza contra tus adversarios
para reprimir al enemigo y al rebelde.
Al ver el cielo, obra de tus manos,
la luna y la estrellas que has creado:
¿qué es el hombre para que pienses en él,
el ser humano para que lo cuides?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y esplendor;
le diste dominio sobre la obra de tus manos,
todo lo pusiste bajo sus pies:
todos los rebaños y ganados,
y hasta los animales salvajes;
las aves del cielo, los peces del mar
y cuanto surca los senderos de las aguas.
¡Señor, nuestro Dios,
qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!".
Es la oración del hombre que contempla la grandeza de la creación y ve su propia pequeñez... un niño ante la inmensidad del cielo, la majestuosidad de los astros, la belleza de la Luna... ¿qué es el hombre para que Dios se acuerde de él? Y la respuesta, desde ese sentirse pequeño, es contemplar al mismo tiempo la grandeza y dignidad que el mismo Dios ha concedido al hombre, poniéndolo como centro de toda la creación. Canto del hombre que, coronado de "gloria y esplendor" por el Creador, exclama con humildad: "¡Señor, nuestro Dios, qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!".
Que cada vez que contemplemos la Luna recordemos y agradezcamos quiénes somos para nuestro Padre Dios...
"En el principio Dios creó el cielo y la tierra.
Y la tierra estaba desordenada y vacía; y la oscuridad estaba sobre la faz del abismo.
Y el Espíritu de Dios se movió sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Hágase la luz, y fue la luz.
Y Dios vio la luz, que era buena: y Dios dividió la luz de la oscuridad.
Y Dios llamó a la luz Día, y la oscuridad llamó Noche. Y la tarde y la mañana fueron el primer día.
Y dijo Dios: Haya un firmamento en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas.
E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión de las aguas que estaban sobre la expansión; y fue así.
Y Dios llamó al firmamento Cielo. Y la tarde y la mañana fueron el segundo día.
Y dijo Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y que aparezca la tierra seca; y fue así.
Y Dios llamó a la tierra seca Tierra; y la reunión de las aguas llamó mares: y Dios vio que era bueno".
Borman agregó: "Y de la tripulación del Apolo 8, cerramos con buenas noches, buena suerte, una feliz Navidad, y Dios los bendiga a todos ustedes, a todos ustedes en la buena Tierra".
Después de dar la vuelta a la Luna diez veces en aquella víspera de Navidad, regresaron a casa, a "la buena Tierra". Los hombres, que por tanto tiempo se habían preparado para la exploración de la hasta entonces desconocida Luna, terminaron descubriendo, desde esa nueva perspectiva, la Tierra, creación de Dios...
Pocos meses después, se concretaría otra hazaña: otra misión espacial regresaría a la Luna, ésta vez para poner por primera vez los pies del hombre sobre la superficie lunar... Y también aquel hito hizo volver los ojos de los protagonistas hacia Dios.
La tripulación del Apolo 11, que llegó a la superficie de la Luna el 20 de julio de 1969, llevaba consigo un pequeño disco de silicio que contenía un mensaje de buena voluntad" de 73 líderes mundiales, entre ellos el papa Pablo VI, quien, tras transcribir el salmo 8, anotó: "Para la gloria del nombre de Dios que da tal poder a hombres, oramos fervientemente por este maravilloso comienzo".
Aquellas palabras sagradas del salmo 8 contenidas en el disco que fue colocado en el lunar Mar de la Tranquilidad fueron, además, oración para uno de los primeros seres humanos en caminar por la Luna.
Edwin "Buzz" Aldrin, uno de los tres integrantes de la tripulación, fue la segunda persona en pisar la Luna después del comandante de la misión, Neil Armstrong, y ambos estuvieron unas veinte horas sobre la superficie lunar.
Estando allí, "Buzz", un cristiano presbiteriano, celebró solo y en silencio, en un momento de recogimiento, la "cena del Señor" con un poco de pan y unas gotas de vino. Para sí, leyó una cita del evangelio de Juan que se había llevado escrita de puño y letra. En el papel también había escrito un par de versículos del famoso salmo 8.
El salmo, atribuido al rey David, canta así:
"¡Señor, nuestro Dios,
qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!
Quiero adorar tu majestad sobre el cielo:
con la alabanza de los niños
y de los más pequeños,
erigiste una fortaleza contra tus adversarios
para reprimir al enemigo y al rebelde.
Al ver el cielo, obra de tus manos,
la luna y la estrellas que has creado:
¿qué es el hombre para que pienses en él,
el ser humano para que lo cuides?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y esplendor;
le diste dominio sobre la obra de tus manos,
todo lo pusiste bajo sus pies:
todos los rebaños y ganados,
y hasta los animales salvajes;
las aves del cielo, los peces del mar
y cuanto surca los senderos de las aguas.
¡Señor, nuestro Dios,
qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!".
Es la oración del hombre que contempla la grandeza de la creación y ve su propia pequeñez... un niño ante la inmensidad del cielo, la majestuosidad de los astros, la belleza de la Luna... ¿qué es el hombre para que Dios se acuerde de él? Y la respuesta, desde ese sentirse pequeño, es contemplar al mismo tiempo la grandeza y dignidad que el mismo Dios ha concedido al hombre, poniéndolo como centro de toda la creación. Canto del hombre que, coronado de "gloria y esplendor" por el Creador, exclama con humildad: "¡Señor, nuestro Dios, qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!".
Que cada vez que contemplemos la Luna recordemos y agradezcamos quiénes somos para nuestro Padre Dios...
¡Hermosa publicación! Me ha emocionado mucho. Bendiciones desde Córdoba.
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Fabiela! Hoy justo la Luna se debe ver preciosa desde los limpios cielos de Córdoba... bendiciones!
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