Este pesebre me lo regaló mi amiga Yesica Brumec en marzo de 2018. Lo trajo de Lima, Perú, y es un pesebre de cerámica en miniatura, con figuras en estilo andino muy expresivas.
Sin dudas la más llamativa de las piezas es la del Niño Jesús. Está totalmente desnudo, salvo por el chullo -gorro típico del altiplano- que le cubre la cabeza, y duerme plácidamente boca abajo.
La desnudez y el descanso sereno del Niño hablan de una gran confianza, un abandono en la providencia del Padre que le hace cantar con el salmista: "En paz me acuesto y en seguida me duermo, pues Tú sólo, Señor, me das seguridad" (Salmo 4, 8).
Tenemos un Padre providente, que conoce y está atento a todas nuestras necesidades, materiales y espirituales, que nos sustenta -empezando por nuestra propia vida- y nos colma con sus bienes, aún cuando no somos capaces de reconocerlos y apreciarlos.
La confianza en la Divina Providencia es una actitud de vida que Jesús mismo, como Hijo, practicó y, como Maestro, nos enseña: "No anden preocupados por su vida con problemas de alimentos, ni por su cuerpo con problemas de ropa. ¿No es más importante la vida que el alimento y más valioso el cuerpo que la ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, no guardan alimentos en graneros, y sin embargo el Padre del Cielo, el Padre de ustedes, las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que las aves? ¿Quién de ustedes, por más que se preocupe, puede añadir algo a su estatura? Y ¿por qué se preocupan tanto por la ropa? Miren cómo crecen las flores del campo, y no trabajan ni tejen. Pero yo les digo que ni Salomón, con todo su lujo, se pudo vestir como una de ellas. Y si Dios viste así el pasto del campo, que hoy brota y mañana se echa al fuego, ¿no hará mucho más por ustedes? ¡Qué poca fe tienen! No anden tan preocupados ni digan: ¿tendremos alimentos? o ¿qué beberemos? o ¿tendremos ropas para vestirnos? Los que no conocen a Dios se afanan por esas cosas, pero el Padre del Cielo, Padre de ustedes, sabe que necesitan todo eso. Por lo tanto, busquen primero el Reino y la Justicia de Dios, y se les darán también todas esas cosas" (Mateo 6, 25-33).
¡Qué desafío a nuestra fe nos presenta Jesús!
Pidamos al Señor el don de una fe creciente, de estar entre quienes realmente "conocen a Dios" y de esperarlo todo de Él... como niños.
"El Niño está gordito, rubicundo,
sus ojitos son dulces, confiados.
Nada le faltará. Él bien lo sabe:
su comida, a las horas, su vestido,
su gorro de dormir, sus zapatitos.
¿Es Dios como una madre,
se preocupa de nosotros, sus hijos consentidos?
¿No dice el Evangelio: contemplad los pájaros del campo,
que no siembran ni amontonan en trojes ni graneros,
pero su Padre, Dios, los alimenta?
Mirad los lirios, qué vestidos gastan,
qué lujo de colores y perfumes.
Ni Salomón se vistió como ellos.
¿No valéis más vosotros, poca fe?".
Fragmento de "Abandono a la Providencia",
en "El Hombre Dios",
de Enrique García Santamaría redentorista.
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