Este pesebre me lo regaló en agosto de 2017 mi amigo Claudio Rodríguez, que lo compró en una feria de la parroquia Buen Pastor, de Buenos Aires.
Las figuras de María, José y el Niño son de yeso y están dentro de una vasija de barro.
Arcilla. Barro. Agua y tierra. Algo tan simple, tan a la mano. Frágil, maleable. Algo que, a priori, no tiene valor y, encima, ensucia. Hasta que alguien decide tomarlo entre sus palmas, modelarlo con sus dedos, darle la forma concebida en su mente y, si es un artista verdadero, transformarlo en algo bello y valioso.
De barro somos nosotros. Es una imagen que aparee en la creación del hombre en el Génesis. ¡Y vio Dios que su creación era muy buena!
"Como la arcilla en la mano del alfarero, así están ustedes en mi mano", le dice Dios al profeta Jeremías.
Dios, como buen alfarero, nos quiere dar su forma, la forma más bella, más perfecta. Eso requiere de nuestra docilidad, de ser arcilla blanda entre sus manos. Y no siempre es fácil vencer nuestras rebeldías, nuestras resistencias a cambiar de forma... a veces nos agrietamos, nos resecamos...
Lo bueno es que Dios es un artista paciente, un alfarero experto, que no abandona la obra de sus manos.
Dios no tiene asco de nuestro barro. Conoce de sobra de qué estamos hechos. No se escandaliza de nuestra fragilidad. A tal punto que eligió asumir nuestro barro -toda nuestra condición humana, menos la del pecado- encarnándose Él mismo.
Para nuestro barro reseco, su Agua Viva, que nos devuelve blandura, docilidad, apertura al querer de Dios, a la forma bella que Él nos quiere dar.
La "saliva" de Jesús, el Nuevo Alfarero, se mezcla con nuestra tierra agostada para regalarnos el milagro de una vida nueva.
Nos ha hecho vasijas de barro, capaces de contener el tesoro de su Espíritu. Llevamos lo más grande en medio de nuestra fragilidad. Dios lo ha querido así. ¡A tal punto ama nuestro barro!
"Yo sí que te conozco:
Tu vida está en mis manos...
Sos el barro que formo,
vos sos el barro que amo.
Déjame que te sople mi Aliento...
Déjame modelarte a mi imagen...
Déjame darte una forma nueva...
Deja a tu Alfarero que trabaje...
Un barro dócil que confía en su Artesano,
barro que se funde y nace un nuevo vaso,
donde lleves el tesoro de mi vida y de mi abrazo...
Volver al barro para sentir mi presencia,
embarrarse para ganar transparencia,
Barro abierto al Soplo nuevo, que hace nueva la existencia.
Déjame que te sople mi Aliento...
Déjame modelarte a mi imagen...
Déjame darte una forma nueva...
Deja a tu Alfarero que trabaje...
Yo sí que te conozco...
Y tenele paciencia a tu barro...
Y tenele confianza a mis tiempos...
Y mirá cómo ejerzo este oficio...
Y volvete también alfarero...
El "día a día", es taller simple y fraterno,
donde imaginar lo valioso y lo bueno,
donde modelar, pacientes, el diseño de lo nuevo.
Volver al barro es consagrar lo cotidiano,
es involucrarse quedando embarrados,
es cuidar y amar el rostro bello y frágil de lo humano.
Y tenele paciencia a tu barro...
Y tenele confianza a mis tiempos...
Y mirá cómo ejerzo este oficio...
Y volvete también alfarero...
Yo sí que te conozco..."
"El barro que amo", canción de Eduardo Meana, sdb.
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