Hoy, 8 de mayo de 2020, es el día de Nuestra Señora de Luján, patrona de Argentina, y quiero homenajearla con este pesebre, montado en forma permanente en el lateral derecho de la Basílica de Luján.
La foto y el vídeo que comparto aquí corresponden a imágenes que tomé en una visita al santuario el 30 de noviembre de 2019.
Este pesebre llegó a la basílica en mayo de 2013, donado por el Estado argentino que, a su vez, lo había recibido como donación en 2012, junto a otros pesebres, de parte del Vaticano y de la Fundación Juan Pablo II para la Juventud.
Todo el conjunto es una copia a escala del pesebre que para el Adviento y la Navidad de 2012 se colocara en la plaza San Pedro, en el Vaticano.
Fue diseñado por el artista italiano Francesco Artese y presenta un espectacular marco para la recreación del nacimiento de Jesús: las fachadas de las edificaciones en piedra de los Sassi, un sitio histórico de la ciudad de Matera, en el sur de Italia, declarado por la Unesco como patrimonio de la Humanidad, y de las iglesias de la región de la Basilicata.
El pesebre siempre será un recordatorio del Dios que quiso "acampar" entre nosotros, que asumió nuestra humanidad, cuya "delicia" es estar con nosotros, estar presente entre nosotros, habitar en nosotros, permanecer junto a nosotros... hasta el fin de los tiempos.
Quedarse. Estar presente. Permanecer. Acompañar. Eso mismo es lo que María, la primera y mayor discípula del Señor, ha hecho en Luján.
La historia de esta advocación se remonta al siglo XVII, cuando estas tierras eran una colonia española. Un portugués, Antonio Farías de Sá, encargó a un paisano suyo, residente en Pernambuco (Brasil), una imagen de la Inmaculada Concepción para colocarla en la capilla de su hacienda en Sumampa (Santiago del Estero).
La pequeña imagen, enviada desde Brasil junto a otra de la Virgen con el Niño en brazos, llegó en marzo de 1630 al puerto de Buenos Aires. De camino a su destino, la tropa de carretas tirada por bueyes que llevaba, entre otras cargas, los cajones con las imágenes de la Virgen, se detuvo en un paraje cerca del río Luján.
Por un hecho milagroso, los bueyes solo aceptaron retomar la travesía una vez que la imagen de la Inmaculada fue bajada de la carreta. Todos interpretaron que era el deseo de la Virgen quedarse en ese sitio...
María viene y permanece, se queda, acompaña. Lo hizo con Jesús, desde Belén hasta la Cruz. Lo hizo con su prima Isabel, con los apóstoles en el cenáculo, con Juan... lo sigue haciendo con nosotros y, allí donde estamos, nos enseña como madre y maestra esa misma actitud. Ahora que hablamos tanto de "quedarnos" (en casa), seguramente valoramos más la importancia de estar, de hacerse presente -físicamente, con un llamado, desde la oración...-, de "permanecer" en tantas realidades de nuestros hermanos, de no huir de ellas, de acompañarlas desde lo que cada uno puede aportar... allí también está Jesús, allí también está nuestra Virgencita de Luján.
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