Este rosario me lo regaló en marzo de 2019 mi amiga Annie Calzia. En la cruz tiene de un lado la imagen de un pesebre y en la otra cara dice "protégenos".
La palabra"proteger" viene del latín "protegere" (amparar, defender), formada con el prefijo "pro" (hacia delante, en favor de) y el verbo "tegere" (cubrir).
No es extraño que acudamos a la Virgen María en busca de protección. Es propio de una madre amparar, defender, cubrir a sus hijos. ¡Y María es nuestra Madre!
Aunque nuestra relación con María va mucho más allá de pedirle amparo, me parece casi instintivo que como hijos busquemos cobijarnos bajo su manto, que le pidamos auxilio y recemos invocando su nombre.
Recientemente el Papa Francisco invitaba a concluir el rezo del rosario con la antigua oración "Sub Tuum Praesidium":
"Bajo tu amparo nos acogemos,
Santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!".
"Los místicos rusos y los grandes santos de todas las tradiciones aconsejaron, en momentos de turbulencia espiritual, protegerse bajo el manto de la Santa Madre de Dios pronunciando la invocación 'Sub Tuum Praesidium'", recordó el Papa.
Los ejemplos de santos que han buscado la protección de la Virgen en los momentos más difíciles de su vida son muchísimos. Comparto aquí dos casos en los que el rosario ha sido el lazo tangible de esta estrecha relación de la Madre con sus hijos.
Uno de ellos es el venerable vietnamita Marcelo Van (1928-1959), religioso redentorista que murió en un campo de prisioneros del régimen comunista tras cuatro años de reclusión.
Van tuvo una infancia dura, marcada por la pobreza y los maltratos en una casa donde buscaba dar sus primeros pasos de formación hacia el lejano y finalmente trunco sueño del sacerdocio. El niño era sometido a castigos físicos y psicológicos pero él se refugiaba en el rezo del rosario. Se lo quitaron y Van contaba entonces las Avemarías con garbanzos.
También se los quitaron y Van se fabricó un rosario con una cuerda con nudos. Y también se la quitaron, pero le quedaban los dedos de sus manos de niño.
"Aunque tenga que sacrificar hasta la punta de mis diez dedos, nunca dejará mi corazón de expresar su amor a la Virgen con el rezo del rosario. En efecto, es gracias a esta práctica por lo que María, mi Madre, ha acudido siempre a socorrerme, obligando al demonio a temerme, de tal modo que nunca consiguió vencerme", escribió Van en su autobiografía.
"Eres, ¡oh Madre! mi baluarte de protección, el remedio a mis heridas y la enfermera cuyas manos están siempre disponibles para curar las llagas de mi corazón y secar sus lágrimas. ¡Oh, María! No puedo sino mantener siempre la mirada fija en ti y confiarme a tu protección", le decía Van a María.
El otro testimonio que quiero compartir es el de un compatriota del "pequeño Van", el cardenal François-Xavier Nguyen Van Thuan (1928-2002). Fue, de hecho, el primer postulador en el proceso de beatificación de Van y él mismo está en camino para ser declarado beato.
Van Thuan fue arrestado por el régimen comunista el 15 de agosto de 1975, fiesta de la Asunción de María. Salió con lo puesto, sin más que un rosario en el bolsillo. Aquella noche, en el largo camino a la prisión, rezó muchas veces el "Acuérdate, oh piadosísima Virgen María".
El entonces obispo pasó trece años encarcelado. Ha relatado que cuando las miserias físicas y morales se le hacían demasiado pesadas y le impedían orar, entonces repetía centenares de veces el Avemaría y ofrecía todo en las manos de la Inmaculada.
"Para mí, María es mi Madre, que me dio Jesús. La primera reacción de un niño que siente miedo, que está en dificultades o sufre, es la de clamar: «mamá, mamá»... esta palabra es todo para el niño", escribió Van Thuan, quien recuperó su libertad un 21 de noviembre, fiesta mariana de la Presentación de la Virgen.
¡María, protégenos!
Acuérdate,
¡oh piadosísima, Virgen María!,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que
han acudido a tu protección,
implorando tu auxilio
haya sido abandonado de Ti.
Animado con esta confianza,
a Ti también yo acudo,
y me atrevo a implorarte
a pesar del peso de mis pecados.
¡Oh Madre del Verbo!,
no desatiendas mis súplicas,
antes bien acógelas benignamente.
Amén
La estrella me ha guiado hasta aquí 😉
ResponderEliminarPrecioso mensaje este #270 Protégenos
En Twitter ilustraciones maravillosas para acompañar la Palabra.
Gracias
Hola, Belinda.... muchas gracias por u generoso comentario.... muchas bendiciones!
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