Este pequeño anotador con la imagen impresa del pesebre me lo regaló en enero de 2019 mi amiga Annie Calzia.
Este pesebre se lo dedico a María Romero Meneses (1902-1977), Hija de María Auxiliadora nicaragüense beatificada en 2002.
Sor María se destacó por una intensa entrega apostólica, su caridad fraterna, su amor a Jesús y a María Auxiliadora, su vida de oración...
Algo que me fascina de las almas así es ver cómo van dejando huellas del Dios que las habita del modo más sencillo y cotidiano, en cada persona que el Señor va poniendo día a día en su camino y hasta en pequeños trozos de papel...
Sor María tenía la costumbre de anotar frases de santos y dejar registradas meditaciones breves y oraciones personales en libretas, agenditas y papeles sueltos de los que no se supo sino hasta después de su partida.
Sus escritos espirituales, ahora publicados como libros, fueron concebidos como expresión íntima de un alma que, dilatada por el Amor de Dios, necesita volcar sobre papel algo de aquello que la rebasa.
Estos escritos fragmentarios, ahora como un todo y como un tesoro que se nos ofrece, son un hermoso testimonio de lo que Dios es capaz de obrar en un alma...
Como "muestra" de estas anotaciones -muchas de ellas escritas en oración, en la capilla, frente al Sagrario- les dejo una perla que da cuenta del espíritu de infancia espiritual que se proponía vivir Sor María, muy al estilo de santa Teresa del Niño Jesús, de quien, por cierto, era muy devota.
Se trata de su "programa infantil de vida espiritual", o cómo vivir el día entero con la Virgen como Mamá y con Jesús como Hermanito...
"Programa infantil de vida espiritual
A no más despertar gritaré: «Mamá, ¡mamacita linda!» Y me echaré en sus brazos... y allí me quedaré abrazándola y besándola, y repitiéndole bajito, muy bajito y dulcemente: «Ave María»...
Al toque de campana me levantaré con premura porque «Mamá» así lo quiere: para imitar a Jesús que siempre cumplió con prontitud la Voluntad de su Eterno Padre. Luego me vestiré por Ella y como Ella!
Al ir a la Meditaci6n, «Mamá» será quien me propondrá las verdades que debo meditar, y sin pestañear, es decir, sin perder ni un solo instante su presencia, contemplándola de hito en hito, la escucharé con atenci6nl siguiendo todos sus movimientos e impulsos, sus sentimientos y afectos, para ofrecerlos al Eterno Padre como ramillete de flores de exquisito olor que embalsamen el ambiente mortífero del mundo!
Durante la Santa Misa, me colocaré siempre al pie de la Cruz, abandonándome sobre el pecho Inmaculado de mi Mamacita linda, para sentir los latidos de su Corazón y, tras los lentes limpidísimos de sus ojitos llorosos, de esos ojos virginales, diamantes fulgidísimos trocados en rubíes por el llanto, contemplaré al Corazón agonizante de Jesús, ofreciendo por Ella al Eterno Padre, sus sufrimientos y los de su divino Hijo, para su mayor honra y gloria y por las necesidades de la Santa Iglesia...
La Comunión -o sea «mi Pancito del Cielo, mi Bocadito sabroso, suave, tierno y delicioso, mi obsesión y mi consuelo»- la recibiré de manos de Mamá, y ofreciendo a Jesús como trono, el Corazón purísimo de Mama linda, le ofreceré también con Ella, en Ella y por Ella, todos sus sentimientos, y los sentimientos de todos los justos, ángeles y demás espíritus bienaventurados, en la siguiente forma:
-Antes de la Comunión:
1. Todos los sentimientos de los justos que han existido, existen y existirán hasta la consumación de los siglos en reparación, expiación y desagravio por todos mis pecados, ofensas y negligencias, de pensamiento, palabra y obra; ofreciendo a Jesús, principalmente con este fin, los sentimientos de David, María Magdalena, San Dimas, San Pedro y San Pablo, San Agustín, Santa Margarita de Cortona, San
Camilo de Lelis, la Pecadora Tais, y de todos los más grandes pecadores que, convertidos, han hecho después inmensa penitencia.
2. Ofreceré a Jesús, siempre con este fin, las lágrimas y el dolor de su Madre Inmaculada al verlo derramar sus primeras gotas de sangre en la Circuncisión, al perderlo en el Templo, al tener que separarse de Él para su Predicación, al verlo con la Cruz a cuestas en la calle de la amargura, al contemplarlo pendiente de la Cruz, después exánime en sus brazos, al dejarlo enseguida en el sepulcro, y por último, pasar sin la luz de sus ojos 24 afios en el destierro!...
3. Purificada, pues, interiormente por estas lágrimas purísimas unidas a todas las que Él mismo derramó en su Pasión y Muerte y antes, a su entrada en Jerusalén... y cubierta exteriormente con ellas, revestida de esas perlas brillantísimas, me acercaré a recibir a Jesús de manos de Mamá.
-Después de la Comunión:
1. Ofreciendo a Jesús como trono el Corazón de la Virgen Santísima, le ofreceré nuevamente todos los sentimientos de los justos, ángeles y demás espíritus bienaventurados, en amor, adoración, alabanza y agradecimiento, pero sobre todo,
2. ¡los sentimientos de la Virgen al recibirlo a Él en la Encarnación, en su Nacimiento, al volverlo encontrar en el Templo, al verlo en su Resurrección, al recibirlo en su Primera Comunión, al entregarse a Él en su precioss muerte, y al entrar por fin, llena de gloria, en el Cielo!...
3. En seguida dejaré que Ella sea quien hable, agradezca y ruegue por mi, pidiendo por mi parte a Jesús que me haga amarla como Él la ama y amará por siempre jamás!...
El desayuno lo tomaré como si hubiera sido preparado por Mamacita linda y llena de agradecimiento lo tomaré, admirando su ternura y delicadeza materna.
Mi trabajo, sea cual fuere, lo haré en compañía de Mamá; antes bien, me pondré en sus manos como títere, para que Ella sea quien piense, hable y trabaje en mi y por mi.
El almuerzo, merienda y cena, así como el desayuno, los aceptaré como hechos de Mamá, poniendo en cada bocado -unidos a los que el divino Niño tomó en su regazo- la intención de que sean tantas comuniones espirituales como las que Ella recibió sacramentales.
El examen, visita y demás prácticas de piedad, las haré como una niñita que junta sus manecitas para ir repitiendo lo que «Mamá» ira diciendo. Así seré «un eco» de su voz dulcísima que deleite a los ángeles y al mismo Dios según sus intenciones.
Los recreos, acompañada siempre de mi Hermanito Jesús, los haré alrededor de Mamá,· para que Ella también goce y ría con nosotros...
Pero... mi principal e incesante ocupación será: vivir recostada sobre el pecho de Ella, escuchando las palpitaciones de su Inmaculado Corazón, cubriéndola de besos, a porfía con el Niño Dios, pues juntamente con Él viviré yo y, apropiándome de sus afectos y los de mi Hermanito, se los ofreceré al Eterno Padre como nube de incienso, para su mayor gloria y para mayor bien de la Santa Iglesia Universal.
Mi reposo será como el de mi Hermanito: sobre el Corazón amorosísimo de Mamá, repitiéndole con Él, hasta dormirme, «Mamá, mamacita linda, yo te amo, y te amo por medio de Jesús»".
3. En seguida dejaré que Ella sea quien hable, agradezca y ruegue por mi, pidiendo por mi parte a Jesús que me haga amarla como Él la ama y amará por siempre jamás!...
El desayuno lo tomaré como si hubiera sido preparado por Mamacita linda y llena de agradecimiento lo tomaré, admirando su ternura y delicadeza materna.
Mi trabajo, sea cual fuere, lo haré en compañía de Mamá; antes bien, me pondré en sus manos como títere, para que Ella sea quien piense, hable y trabaje en mi y por mi.
El almuerzo, merienda y cena, así como el desayuno, los aceptaré como hechos de Mamá, poniendo en cada bocado -unidos a los que el divino Niño tomó en su regazo- la intención de que sean tantas comuniones espirituales como las que Ella recibió sacramentales.
El examen, visita y demás prácticas de piedad, las haré como una niñita que junta sus manecitas para ir repitiendo lo que «Mamá» ira diciendo. Así seré «un eco» de su voz dulcísima que deleite a los ángeles y al mismo Dios según sus intenciones.
Los recreos, acompañada siempre de mi Hermanito Jesús, los haré alrededor de Mamá,· para que Ella también goce y ría con nosotros...
Pero... mi principal e incesante ocupación será: vivir recostada sobre el pecho de Ella, escuchando las palpitaciones de su Inmaculado Corazón, cubriéndola de besos, a porfía con el Niño Dios, pues juntamente con Él viviré yo y, apropiándome de sus afectos y los de mi Hermanito, se los ofreceré al Eterno Padre como nube de incienso, para su mayor gloria y para mayor bien de la Santa Iglesia Universal.
Mi reposo será como el de mi Hermanito: sobre el Corazón amorosísimo de Mamá, repitiéndole con Él, hasta dormirme, «Mamá, mamacita linda, yo te amo, y te amo por medio de Jesús»".
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