Este pesebre lo compré en Lima, Perú, en abril de 2018. Las figuras de la Sagrada Familia son de estilo ayacuchano y están insertas en un kero, un vaso ceremonial utilizado por la cultura chimú y luego adoptado por los incas para beber alcohol o chicha fermentada.
Este kero de cerámica, con la representación del pequeño Jesús, me recordó a nuestros propios vasos sagrados, en particular al cáliz, y, apenas lo vi por primera vez, me vino a la memoria este versículo del salmo 115: "¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre".
Ese alzar la copa es un "sacrificio de alabanza" en gratitud al don de la vida, de la libertad y de todas las demás gracias recibidas de Dios.
El salmo 115 forma parre de los denominados salmos Hallel (alabanza), himnos que los judíos cantaban cada año en la comida de Pascua para agradecer a Dios por la liberación de la esclavitud en Egipto. Pero en esa cena, llamada Seder, no solo recordaban con gozo aquel hecho sino que además expresaban sus ansías por la gran liberación que les traería el Mesías esperado.
El rito de la cena pascual judía incluye beber cuatro copas de vino. La tercera de ellas es la copa de la redención o de la salvación y se bebe mientras la familia entona el salmo 115. Esto mismo hizo Jesús en su última cena, que era cena pascual, y fue en ese momento que instituyó la Eucaristía. Él mismo alzó la copa de la salvación, con su Sangre, Sangre redentora... sacrificio también de alabanza y gratitud al Dios de la Vida, de la Resurrección...
"Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Todas las veces que la beban háganlo en memoria mía", dijo Jesús en aquella noche antes de su pasión, muerte y resurrección.
Por eso, cada vez que comemos el Pan y bebemos del Cáliz de la Eucaristía anunciamos la muerte del Señor y proclamamos su resurrección hasta que Él vuelva (1 Corintios 11, 26).
¿Cómo pagaremos al Señor todo el bien que nos ha hecho con su entrega redentora? ¡Alzaremos la Copa de la Salvación, invocando su Nombre!
Este kero de cerámica, con la representación del pequeño Jesús, me recordó a nuestros propios vasos sagrados, en particular al cáliz, y, apenas lo vi por primera vez, me vino a la memoria este versículo del salmo 115: "¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre".
Ese alzar la copa es un "sacrificio de alabanza" en gratitud al don de la vida, de la libertad y de todas las demás gracias recibidas de Dios.
El salmo 115 forma parre de los denominados salmos Hallel (alabanza), himnos que los judíos cantaban cada año en la comida de Pascua para agradecer a Dios por la liberación de la esclavitud en Egipto. Pero en esa cena, llamada Seder, no solo recordaban con gozo aquel hecho sino que además expresaban sus ansías por la gran liberación que les traería el Mesías esperado.
El rito de la cena pascual judía incluye beber cuatro copas de vino. La tercera de ellas es la copa de la redención o de la salvación y se bebe mientras la familia entona el salmo 115. Esto mismo hizo Jesús en su última cena, que era cena pascual, y fue en ese momento que instituyó la Eucaristía. Él mismo alzó la copa de la salvación, con su Sangre, Sangre redentora... sacrificio también de alabanza y gratitud al Dios de la Vida, de la Resurrección...
"Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Todas las veces que la beban háganlo en memoria mía", dijo Jesús en aquella noche antes de su pasión, muerte y resurrección.
Por eso, cada vez que comemos el Pan y bebemos del Cáliz de la Eucaristía anunciamos la muerte del Señor y proclamamos su resurrección hasta que Él vuelva (1 Corintios 11, 26).
¿Cómo pagaremos al Señor todo el bien que nos ha hecho con su entrega redentora? ¡Alzaremos la Copa de la Salvación, invocando su Nombre!
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