Esta foto la tomé en julio de 2016 en la catedral de Buenos Aires. Es la imagen del Niño Jesús de Praga, que se encuentra apenas ingresar, sobre el lateral izquierdo, en el altar de santa Teresa de Jesús. Y no es casual que esté allí ya que los carmelitas están muy ligados a la devoción al Niño Jesús y, en particular, a la del Niño de Praga.
La imagen original se venera en la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, en el barrio Malá Strana de la capital checa, templo que animan los carmelitas. Se trata de una talla de 47 centímetros de alto, de madera, con una superficie pintada de cera, y representa al Niño Jesús de unos 4 o 5 años, quien con su mano derecha bendice, mientras que con la izquierda sostiene un orbe rematado con una cruz, símbolo del poder ante el mundo. La imagen está vestida con ropas reales y lleva una corona.
La estatua del Niño Jesús de Praga es del siglo XVI y proviene de España, aunque su origen se pierde entre las leyendas que afirman que fue tallada por un monje a partir de una visión del Divino Niño y las que apuntan a que la imagen perteneció a Teresa de Ávila y que la santa se la regaló a una amiga cuya hija se iba a casar en Praga.
Aquí las huellas legendarias se empalman con la historia ya que, según la reseña de la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, se sabe con certeza que la imagen fue llevada a Praga por María Manríquez de Lara, una duquesa española que se casó con Vratislav de Pernstein en 1556. Más tarde, la duquesa le dio la figura a su hija, Polyxena de Lobkowicz, como regalo de bodas.
Fue la propia Polyxena quien en 1628 donó la imagen a los carmelitas descalzos de Nuestra Señora de la Victoria.
"Padre, les doy lo que más amo en este mundo. Honren mucho a este Niño Jesús y nada les faltará”, le dijo Polyxena al prior de la comunidad al entregarle la preciosa figura.
En 1631, cuando los sajones tomaron Praga, los carmelitas huyeron del monasterio, que fue saqueado, y la figura del Niño Jesús sufrió daños.
Los frailes regresaron seis años después. Entre ellos estaba el padre Cirilo de la Madre de Dios, quien halló al Niño entre unos trastos viejos y descubrió que tenía los dos brazos rotos. Entonces escuchó que el Niño le decía: “Ten piedad de mí y yo tendré piedad de ti. Dame mis brazos y yo te daré mi paz. ¡Te bendeciré tanto como tú me veneres a mí!”. Finalmente, el padre Cirilo logró reparar la imagen, a la que comenzaron a atribuir milagros, como curaciones y la protección de Praga durante el asedio sueco de 1639.
En 1641 la talla fue trasladada del coro del monasterio a la capilla de la Santa Cruz y, un siglo después, a su emplazamiento actual dentro de la iglesia, a la derecha de la nave central. Ya para mediados del siglo XVIII la devoción al Niño Jesús de Praga comenzó a expandirse a otros países del imperio austríaco.
Pero José II, rey de Hungría y de Bohemia, inició una campaña contra los monasterios y en 1784 abolió el convento de los carmelitas de Praga.
Sin embargo, la devoción creciente por el Niño Jesús no se detuvo. Entre finales del siglo XIX e inicios del XX se extendió notablemente. Inmigrantes y misioneros españoles y portugueses la propagaron por América, India, China y Filipinas.
Entre 1939 y 1989, primero por los nazis y luego por los comunistas, la devoción por el Niño Jesús en Praga estuvo silenciada a la fuerza durante cerca de medio siglo. Pero aún así no se extinguió. Los carmelitas regresaron en 1993, pusieron nuevamente en pie el santuario, que actualmente es visitado por miles de personas cada año.
La devoción por el Niño Jesús de Praga -el Jezulátko, como lo llaman cariñosamente los checos- es una extensión espiritual de la Navidad. "Adoramos la encarnación de Cristo, confesamos que Dios tomó forma humana y reconocemos la infancia como parte de ello", recuerdan los carmelitas de Malá Strana.
Pero además la imagen y su historia nos recuerdan, de un modo profético, que los poderes de este mundo indefectiblemente pasan y perecen, mientras que el Reino de Dios no tendrá fin.
Así lo avizoró, contemplando una imagen del Niño de Praga, la filósofa judía Edith Stein, quien, tras su conversión, se hizo carmelita descalza, tomó el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz y alcanzó la gracia de la santidad. Pocos meses antes de morir en el campo de exterminio de Auschwitz, en una carta fechada el 2 de febrero de 1942 escribió esta impresionante reflexión: "Ayer, delante de una imagen del Niño Jesús de Praga, me vino a la mente la idea de que lleva las vestiduras imperiales y no por casualidad ha querido manifestar su eficacia en Praga. Praga ha sido, a través de los siglos, la sede de los antiguos emperadores romano-germánicos, y produce una impresión tan majestuosa como ninguna otra ciudad que yo conozca y que pueda compararse, incluso París y Viena. El Niño Jesús llegó precisamente cuando la magnificencia política imperial llegó a su fin en Praga. ¿No es acaso el secreto Emperador el que un día pondrá fin a toda miseria? Él tiene las riendas en la mano, aun cuando los hombres crean que son ellos los que ponen las reglas".
La imagen original se venera en la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, en el barrio Malá Strana de la capital checa, templo que animan los carmelitas. Se trata de una talla de 47 centímetros de alto, de madera, con una superficie pintada de cera, y representa al Niño Jesús de unos 4 o 5 años, quien con su mano derecha bendice, mientras que con la izquierda sostiene un orbe rematado con una cruz, símbolo del poder ante el mundo. La imagen está vestida con ropas reales y lleva una corona.
La estatua del Niño Jesús de Praga es del siglo XVI y proviene de España, aunque su origen se pierde entre las leyendas que afirman que fue tallada por un monje a partir de una visión del Divino Niño y las que apuntan a que la imagen perteneció a Teresa de Ávila y que la santa se la regaló a una amiga cuya hija se iba a casar en Praga.
Aquí las huellas legendarias se empalman con la historia ya que, según la reseña de la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, se sabe con certeza que la imagen fue llevada a Praga por María Manríquez de Lara, una duquesa española que se casó con Vratislav de Pernstein en 1556. Más tarde, la duquesa le dio la figura a su hija, Polyxena de Lobkowicz, como regalo de bodas.
Fue la propia Polyxena quien en 1628 donó la imagen a los carmelitas descalzos de Nuestra Señora de la Victoria.
"Padre, les doy lo que más amo en este mundo. Honren mucho a este Niño Jesús y nada les faltará”, le dijo Polyxena al prior de la comunidad al entregarle la preciosa figura.
En 1631, cuando los sajones tomaron Praga, los carmelitas huyeron del monasterio, que fue saqueado, y la figura del Niño Jesús sufrió daños.
Los frailes regresaron seis años después. Entre ellos estaba el padre Cirilo de la Madre de Dios, quien halló al Niño entre unos trastos viejos y descubrió que tenía los dos brazos rotos. Entonces escuchó que el Niño le decía: “Ten piedad de mí y yo tendré piedad de ti. Dame mis brazos y yo te daré mi paz. ¡Te bendeciré tanto como tú me veneres a mí!”. Finalmente, el padre Cirilo logró reparar la imagen, a la que comenzaron a atribuir milagros, como curaciones y la protección de Praga durante el asedio sueco de 1639.
En 1641 la talla fue trasladada del coro del monasterio a la capilla de la Santa Cruz y, un siglo después, a su emplazamiento actual dentro de la iglesia, a la derecha de la nave central. Ya para mediados del siglo XVIII la devoción al Niño Jesús de Praga comenzó a expandirse a otros países del imperio austríaco.
Pero José II, rey de Hungría y de Bohemia, inició una campaña contra los monasterios y en 1784 abolió el convento de los carmelitas de Praga.
Sin embargo, la devoción creciente por el Niño Jesús no se detuvo. Entre finales del siglo XIX e inicios del XX se extendió notablemente. Inmigrantes y misioneros españoles y portugueses la propagaron por América, India, China y Filipinas.
Entre 1939 y 1989, primero por los nazis y luego por los comunistas, la devoción por el Niño Jesús en Praga estuvo silenciada a la fuerza durante cerca de medio siglo. Pero aún así no se extinguió. Los carmelitas regresaron en 1993, pusieron nuevamente en pie el santuario, que actualmente es visitado por miles de personas cada año.
La devoción por el Niño Jesús de Praga -el Jezulátko, como lo llaman cariñosamente los checos- es una extensión espiritual de la Navidad. "Adoramos la encarnación de Cristo, confesamos que Dios tomó forma humana y reconocemos la infancia como parte de ello", recuerdan los carmelitas de Malá Strana.
Pero además la imagen y su historia nos recuerdan, de un modo profético, que los poderes de este mundo indefectiblemente pasan y perecen, mientras que el Reino de Dios no tendrá fin.
Así lo avizoró, contemplando una imagen del Niño de Praga, la filósofa judía Edith Stein, quien, tras su conversión, se hizo carmelita descalza, tomó el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz y alcanzó la gracia de la santidad. Pocos meses antes de morir en el campo de exterminio de Auschwitz, en una carta fechada el 2 de febrero de 1942 escribió esta impresionante reflexión: "Ayer, delante de una imagen del Niño Jesús de Praga, me vino a la mente la idea de que lleva las vestiduras imperiales y no por casualidad ha querido manifestar su eficacia en Praga. Praga ha sido, a través de los siglos, la sede de los antiguos emperadores romano-germánicos, y produce una impresión tan majestuosa como ninguna otra ciudad que yo conozca y que pueda compararse, incluso París y Viena. El Niño Jesús llegó precisamente cuando la magnificencia política imperial llegó a su fin en Praga. ¿No es acaso el secreto Emperador el que un día pondrá fin a toda miseria? Él tiene las riendas en la mano, aun cuando los hombres crean que son ellos los que ponen las reglas".
"Oh, Niño Jesús, a ti recurro y te pido que, por la intercesión de tu Madre Santísima,
quieras asistirme en esta necesidad (...)
porque creo firmemente que tu divinidad la puede socorrer.
Espero con toda confianza obtener tu Santa Gracia,
Te quiero con todo mi corazón y con todas las fuerzas de mi alma.
Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y te suplico, buen Jesús,
que me des la fuerza para triunfar.
Me propongo no ofenderte más y me ofrezco a ti dispuesto a sufrirlo
todo antes de darte el menor disgusto.
De ahora en adelante quiero servirte fielmente,
y por amor tuyo, oh divino Jesús,
quiero amar a mi prójimo como a mi mismo.
Niño omnipotente, Señor Jesús, de nuevo te suplico:
asisteme en esta situación (...),
concédeme la gracia de poseerte eternamente
con María y José, y de adorarte con los santos Ángeles en la corte del Cielo.
Amén".
(Oración al Niño Jesús de Praga, del padre Cirilo de la Madre de Dios, carmelita descalzo, 1590-1675)
quieras asistirme en esta necesidad (...)
porque creo firmemente que tu divinidad la puede socorrer.
Espero con toda confianza obtener tu Santa Gracia,
Te quiero con todo mi corazón y con todas las fuerzas de mi alma.
Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y te suplico, buen Jesús,
que me des la fuerza para triunfar.
Me propongo no ofenderte más y me ofrezco a ti dispuesto a sufrirlo
todo antes de darte el menor disgusto.
De ahora en adelante quiero servirte fielmente,
y por amor tuyo, oh divino Jesús,
quiero amar a mi prójimo como a mi mismo.
Niño omnipotente, Señor Jesús, de nuevo te suplico:
asisteme en esta situación (...),
concédeme la gracia de poseerte eternamente
con María y José, y de adorarte con los santos Ángeles en la corte del Cielo.
Amén".
(Oración al Niño Jesús de Praga, del padre Cirilo de la Madre de Dios, carmelita descalzo, 1590-1675)
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