Este pesebre lo compré en octubre de 2017 en la santería de la Basílica de San Francisco, en Buenos Aires.
Es de origen italiano, con las figuras del pesebre en miniatura de metal, colocadas dentro de un tonel o barrica para vino.
Mirándolo, me vino la idea de la "bodega interior", una imagen que aparece en el "Cántico espiritual", de san Juan de la Cruz, y que a su vez remite al libro del Cantar de los Cantares. Allí la Amada dice de su Amado: "Él me hizo entrar en la bodega y enarboló sobre mí la insignia del Amor" (Cantar 2, 4).
Santa Teresa de Jesús también echa mano de esta imagen de la bodega en su libro "Las moradas del castillo interior" y en "Conceptos del amor de Dios" para referirse a la oración de unión del alma y Dios, oración regalada, en la que el alma se deja llevar a lo más íntimo de sí para saciarse del mismo Dios: "Su Majestad nos ha de meter y entrar él en el centro de nuestra alma" (Moradas quintas 1, 12). "Métela en la bodega para que allí más sin tasa pueda salir rica. No parece que el Rey quiere dejarle nada por dar, sino que beba conforme a su deseo y se embriague bien, bebiendo de todos esos vinos que hay en la despensa de Dios" (Conceptos 6, 3).
Buscando más sobre esta bodega interior, del alma y de Dios, me topé con una imagen sorprendente e inesperada para mi: la bodega del Niño Jesús.
Es una de esas perlas preciosas bien guardadas, en este caso, entre los escritos de santa Teresa de Lisieux. Digo que bien guardada porque pasa casi desapercibida en una carta breve que le mandó a su padre a mediados de 1888, poco después de su ingreso al Carmelo, para agradecerle que le enviara un "vino reconstituyente", vino normalmente dulce y suave, mezclado con hierbas, que se utilizaba como tónico: "¡Qué bueno es el recadero del Niño Jesús! Le mando todo mi cariño y mis besos. Tomaré feliz el vino que me manda, pensando que procede de las bodegas del Niño Jesús".
Me quedé con las ganas de más porque Teresita no vuelve a explayarse sobre esta imagen de la "bodega del Niño Jesús". Pero intuyo que no daba puntada sin hilo, que para ella esto significaba más que una simple imagen risueña y gracil. Siendo discípula aventajada de san Juan de la Cruz, sin duda la "bodega interior" habrá sido objeto de sus meditaciones y experiencia de encuentro y vida con Dios.
En el manuscrito A de "Historia de un alma", escrito en 1895, dos años antes de su muerte, Teresita habla de su aridez, de que ya no desea nada, ni el sufrimiento ni la muerte, sino solo que se cumpla perfectamente en su alma la voluntad de Dios. Vive en el santo abandono y solo le atrae el amor. Y dice: "Puedo repetir aquellas palabras del Cántico Espiritual de nuestro padre san Juan de la Cruz:
«En la interior bodega
de mi Amado bebí,
y cuando salía por toda aquesta vega,
ya cosa no sabía;
y el ganado perdí que antes seguía.
Mi alma se ha empleado,
y todo mi caudal, en su servicio;
ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio,
que ya sólo en amar es mi ejercicio».
Es de origen italiano, con las figuras del pesebre en miniatura de metal, colocadas dentro de un tonel o barrica para vino.
Mirándolo, me vino la idea de la "bodega interior", una imagen que aparece en el "Cántico espiritual", de san Juan de la Cruz, y que a su vez remite al libro del Cantar de los Cantares. Allí la Amada dice de su Amado: "Él me hizo entrar en la bodega y enarboló sobre mí la insignia del Amor" (Cantar 2, 4).
Santa Teresa de Jesús también echa mano de esta imagen de la bodega en su libro "Las moradas del castillo interior" y en "Conceptos del amor de Dios" para referirse a la oración de unión del alma y Dios, oración regalada, en la que el alma se deja llevar a lo más íntimo de sí para saciarse del mismo Dios: "Su Majestad nos ha de meter y entrar él en el centro de nuestra alma" (Moradas quintas 1, 12). "Métela en la bodega para que allí más sin tasa pueda salir rica. No parece que el Rey quiere dejarle nada por dar, sino que beba conforme a su deseo y se embriague bien, bebiendo de todos esos vinos que hay en la despensa de Dios" (Conceptos 6, 3).
Buscando más sobre esta bodega interior, del alma y de Dios, me topé con una imagen sorprendente e inesperada para mi: la bodega del Niño Jesús.
Es una de esas perlas preciosas bien guardadas, en este caso, entre los escritos de santa Teresa de Lisieux. Digo que bien guardada porque pasa casi desapercibida en una carta breve que le mandó a su padre a mediados de 1888, poco después de su ingreso al Carmelo, para agradecerle que le enviara un "vino reconstituyente", vino normalmente dulce y suave, mezclado con hierbas, que se utilizaba como tónico: "¡Qué bueno es el recadero del Niño Jesús! Le mando todo mi cariño y mis besos. Tomaré feliz el vino que me manda, pensando que procede de las bodegas del Niño Jesús".
Me quedé con las ganas de más porque Teresita no vuelve a explayarse sobre esta imagen de la "bodega del Niño Jesús". Pero intuyo que no daba puntada sin hilo, que para ella esto significaba más que una simple imagen risueña y gracil. Siendo discípula aventajada de san Juan de la Cruz, sin duda la "bodega interior" habrá sido objeto de sus meditaciones y experiencia de encuentro y vida con Dios.
En el manuscrito A de "Historia de un alma", escrito en 1895, dos años antes de su muerte, Teresita habla de su aridez, de que ya no desea nada, ni el sufrimiento ni la muerte, sino solo que se cumpla perfectamente en su alma la voluntad de Dios. Vive en el santo abandono y solo le atrae el amor. Y dice: "Puedo repetir aquellas palabras del Cántico Espiritual de nuestro padre san Juan de la Cruz:
«En la interior bodega
de mi Amado bebí,
y cuando salía por toda aquesta vega,
ya cosa no sabía;
y el ganado perdí que antes seguía.
Mi alma se ha empleado,
y todo mi caudal, en su servicio;
ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio,
que ya sólo en amar es mi ejercicio».
Teresa se dejó llevar a la bodega interior. "Comprendo y sé muy bien por experiencia que «el reino de los cielos está dentro de nosotros»", dirá. Allí sacia su sed. Pero el Niño Jesús que acuna en su corazón muchas veces, como afirma ella, está dormido. Y su Maestro le "enseña sin ruido de palabras": "Yo nunca le he oído hablar, pero siento que está dentro de mí, y que me guía momento a momento y me inspira lo que debo decir o hacer".
Otras veces contempla a Jesús allí, en la interior bodega de su alma, solo, pisando sin ayuda las uvas para el vino que da de beber. Entonces el amor mueve a la unión, también en el sacrificio de la entrega: "Pisemos para Jesús un vino nuevo que apague su sed, que le devuelva amor por amor. No nos guardemos ni una sola gota del vino que podamos ofrecerle".
Dice san Juan de la Cruz que la "interior bodega" es "el último y más estrecho grado de amor" en que el alma puede situarse en esta vida.
Ésta es la "bodega del Niño Jesús" a la que Teresita se dejó llevar por Dios. "Entonces Jesús me tomó de la mano y me hizo entrar en un sitio subterráneo donde no hace ni frío ni calor, donde no luce el sol y al que no visitan ni el viento ni la lluvia. Un sitio subterráneo donde no veo nada más que una claridad semivelada, la claridad que difunden a su alrededor los ojos bajos de la Faz de mi Prometido... Mi Prometido no me dice nada, ni yo le digo tampoco nada a él; tan sólo que le amo más que a mí misma. Y en el fondo de mi corazón siento que es verdad, ¡pues soy más de él que mía...! No veo que avancemos hacia la cumbre de la montaña, pues nuestro viaje se hace bajo tierra; pero, con todo, me parece que nos acercamos a ella sin saber cómo. La ruta que sigo no tiene ningún consuelo para mí, y sin embargo me trae todos los consuelos, porque es Jesús quien la ha elegido y yo quiero consolarlo sólo a él, ¡sólo a él...! ¡Ay, qué verdad tan grande es que, si yo le ofrezco las uvas de mi corazón, lo hago entre la B y la A, porque ni yo misma entiendo nada! (...) No te olvides de ir a la bodega a tomar tu sorbito de vino; y al beberlo, piensa en tu hijita que, a buen seguro, tampoco está bebiendo los vinos azucarados de Engaddi... Pide que ella sepa dárselo a su Esposo, salvando almas, y se sentirá consolada..." (carta a su hermana Paulina, sor Inés de Jesús, agosto de 1890).
Otras veces contempla a Jesús allí, en la interior bodega de su alma, solo, pisando sin ayuda las uvas para el vino que da de beber. Entonces el amor mueve a la unión, también en el sacrificio de la entrega: "Pisemos para Jesús un vino nuevo que apague su sed, que le devuelva amor por amor. No nos guardemos ni una sola gota del vino que podamos ofrecerle".
Dice san Juan de la Cruz que la "interior bodega" es "el último y más estrecho grado de amor" en que el alma puede situarse en esta vida.
Ésta es la "bodega del Niño Jesús" a la que Teresita se dejó llevar por Dios. "Entonces Jesús me tomó de la mano y me hizo entrar en un sitio subterráneo donde no hace ni frío ni calor, donde no luce el sol y al que no visitan ni el viento ni la lluvia. Un sitio subterráneo donde no veo nada más que una claridad semivelada, la claridad que difunden a su alrededor los ojos bajos de la Faz de mi Prometido... Mi Prometido no me dice nada, ni yo le digo tampoco nada a él; tan sólo que le amo más que a mí misma. Y en el fondo de mi corazón siento que es verdad, ¡pues soy más de él que mía...! No veo que avancemos hacia la cumbre de la montaña, pues nuestro viaje se hace bajo tierra; pero, con todo, me parece que nos acercamos a ella sin saber cómo. La ruta que sigo no tiene ningún consuelo para mí, y sin embargo me trae todos los consuelos, porque es Jesús quien la ha elegido y yo quiero consolarlo sólo a él, ¡sólo a él...! ¡Ay, qué verdad tan grande es que, si yo le ofrezco las uvas de mi corazón, lo hago entre la B y la A, porque ni yo misma entiendo nada! (...) No te olvides de ir a la bodega a tomar tu sorbito de vino; y al beberlo, piensa en tu hijita que, a buen seguro, tampoco está bebiendo los vinos azucarados de Engaddi... Pide que ella sepa dárselo a su Esposo, salvando almas, y se sentirá consolada..." (carta a su hermana Paulina, sor Inés de Jesús, agosto de 1890).
Al comenzar el Adviento, te envío este agradecido saludo. Agradecido, digo, porque tus comentarios en el blog son de una sencillez asombrosa y una profundidad insondable. Cuando pareciera que nada se puede decir de la imagen de un humildísimo pesebre artesanal, siempre te las ingenias para descubrir en él un mensaje de gran riqueza espiritual. Gracias otra vez. ¡Y muy feliz Navidad!
ResponderEliminarGracias! ¡Qué hermosas palabras! Te las agradezco desde el corazón y las recibo como una caricia de Dios hecha a través tuyo... y te deseo que vivas profundamente el Adviento y tengas una hermosa Navidad!
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