Es una campanita de cristal que dentro tiene las figuras en peltre de María, José y el Niño en el pesebre.
Dice santa Teresa de Jesús, en "Las Moradas", que el alma es un castillo interior de muy claro cristal.
Lo expresa de ese modo, con esa imagen, para invitarnos a entrar en nuestra interioridad, nuestro más profundo ser, e iniciar así un itinerario que conduce al encuentro de amistad, de intimidad, con Dios, que nos habita.
La puerta de entrada a este castillo es la oración. Ése es el primer paso, franquear nuestra propia exterioridad y adentrarnos en una aventura inimaginable.
Seguramente hay muchos que tienen temor de entrar en su propio castillo interior, miedo a alzar la mirada y encontrarse con viejas heridas, dolores profundos, equivocaciones, debilidades, faltas...
El itinerario que propone Teresa no esquiva este encuentro con parte de la propia verdad -la dolorosa y amarga- de cada uno, pero lo sitúa dentro de un proceso que, antes, hace a la persona descubrir que también es parte de su verdad más profunda la dignidad y la belleza de ser hijo de Dios.
Por eso, una vez atravesado el umbral de la propia interioridad, el paso siguiente que propone Teresa es "considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas", pues "no es otra cosa el alma del justo sino un paraíso" adonde Dios "tiene sus deleites".
"No hallo yo cosa con qué comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad; y verdaderamente apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a Dios, pues él mismo dice que nos creó a su imagen y semejanza", afirma la santa.
Esta belleza interior, esta luminosidad cristalina, procede de Dios, que nos habita. La luz de Dios traspasa todo nuestro cristal interior, ilumina cada uno de nuestros rincones... Y ciertamente tanta luz deja en evidencia nuestras oscuridades, nuestras imperfecciones, así como se notan las manchas en un vidrio cuando le da el sol de lleno... Esto puede resultar doloroso, amargo... pero hay que dejarse sanar, limpiar y restaurar por Aquel que nos habita, que ya está allí dentro, dándonos su calor y su luz.
Esto es también parte de la oración, parte del trato de amistad con Dios, de estar íntimamente con Aquel que sabemos nos ama... de permitir que su Palabra reverbere misteriosamente en nuestro cristal, que en esta campana resuene su música callada...
"El alma es de cristal,
castillo luminoso,
perla oriental.
Palacio real,
con inmensas moradas,
donde morar,
centro y mitad,
está en medio del alma
la principal.
En ella pasan
las cosas más secretas
de Dios y el alma.
Es de cristal,
castillo luminoso,
perla oriental.
Siempre obligada
la oración es la puerta
de las moradas.
El alma es de cristal,
castillo luminoso,
perla oriental.
Palacio real,
con inmensas moradas,
donde morar,
centro y mitad,
está en medio del alma
la principal.
En ella habita
el Rey que da a la esposa
vida infinita.
Es de cristal,
castillo luminoso,
perla oriental.
Hay una fuente,
y el árbol de la vida
y Dios viviente.
Es de cristal,
castillo luminoso,
perla oriental.
En ella pasan
las cosas más secretas
de Dios y el alma".
"El castillo de cristal", canción de Rafael María León, ocd.
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