Este pesebre me lo regaló mi papá para la Navidad de 2016. Fue comprado en la librería de Nuestra Señora del Carmelo, en Buenos Aires, elaborado por el taller MSF y es como un pequeño almohadón de tela, para colgar, que tiene estampada la escena del Nacimiento.
El pequeño Jesús, que nació pobre en un pesebre, que no tuvo donde recostar su cabeza, el mismo que, agotado del trajín de la misión, se quedó dormido sobre el cabezal de una barca en plena tormenta, pide... ¡una almohada!
Para la Navidad de 1895, a santa Teresa del Niño Jesús se le ocurre crear una "dinámica" para el momento de recreación en el Carmelo de Lisieux. La titula "El Pequeño Divino Mendigo de Navidad" y la representación se inicia con un ángel que trae al Niño Jesús en brazos. El pequeño se ha hecho pobre y necesitado, pero en el mundo no ha encontrado más que indiferencia. Anda mendigando amor, pero como es tan pequeño para poder hablar, el ángel hace de portavoz: "!Oh conmovedor misterio! ¡Viene a pedirles limosna el que es Dios, el Verbo eterno!”.
El ángel les da entonces a las monjas una canasta con papelitos. Cada una va sacando uno y, al leerlo, descubre lo que el Niño ha venido a pedirle... y lo que le pide es, básicamente, el regalo del propio ser, pero expresado con la genial creatividad de Teresa.
Así, el pequeño Jesús pide -les pide que sean para Él- una hostia blanca, un espejito, una estrella, un racimo de uvas, una flor, un cordero, miel... una almohada.
Esto es lo que dice el papelito:
«En el pesebre donde Jesús descansa
a menudo lo veo desvelado.
¿Quieres saber por qué?
¡No encuentra almohada alguna allí!
Sé que tu alma solo anhela
confortarlo noche y día.
¡Ah, bien! La almohada que Él desea
es tu corazón ardiendo de amor.
¡Ah! Sé siempre humilde y suave
para que el Divino Tesoro pueda decirte:
"¡Oh, mi esposa! En ti plácidamente me quedo dormido...".
"Mi esposa -repite-, en ti plácidamente me quedo dormido"».
El tema de la búsqueda de descanso por parte de Jesús aparece varias veces en los escritos de Teresita, en sus poemas y sus cartas. Y siempre el sitio de descanso es el corazón de las almas amigas.
En una carta a su tía, en noviembre de 1894, Teresa presenta a Jesús como el "divino Mendigo de amor" que anda pidiendo una "posada" para descansar... ¿pero descansar de qué?
En julio de 1893, en una carta a su hermana Celina, Teresa le señala que Jesús está muy cansado -escribe la palabra "cansado" toda en mayúsculas...-. Y añade: "Sus pies divinos están cansados de buscar a los pecadores".
Esta idea me transporta directamente al pasaje evangélico de la samaritana (Juan 4). Jesús está "fatigado del camino" y pide... pide de beber... tiene sed... sed de almas... sed de dar su Agua Viva a esas almas que anda buscando por los caminos.
A esta fatiga encuentra su descanso yendo a aquellas otras almas que se han dejado encontrar por Él. Son corazones por los que no tiene que luchar a brazo partido para entrar porque, más bien, le están esperando...
"El señor abate nos ha dicho que preparemos una buena morada para Jesús y que le hagamos un lugar hermoso en nuestro corazón donde pueda descansar. Que lo primero que teníamos que hacer era barrerlo, es decir, retirar de él todo lo que desagradase al Niño Jesús; y luego, recoger todas las flores que pudiéramos, es decir, las buenas acciones, para adornar con ellas nuestro corazón y prepararle así un lugar para descansar. Y que cuantas más flores hubiese, mejor sería", escribe Teresa en sus anotaciones de un retiro en mayo de 1885.
Son corazones en los que Jesús ya ha trabajado, ya ha acomodado unas cuantas cosas y ahora le pueden servir de descanso. Corazones purificados en su amor: "Si tu corazón está completamente desnudo y purificado, le servirá de lecho al santo Niño Jesús, que descansará santamente en él" (Teresa de Lisieux, "Testamento de san José", 1892).
Son aquellas almas que no le agobian con pedidos, reclamos, demandas, exigencias... En esos corazones Jesús descansa y, con libertad y confianza de amigo, incluso se duerme.
Cuando Teresa le escribió a Celina de cuán cansado andaba Jesús lo hizo en respuesta a una carta en la que su hermana le confiaba el estado de "aridez" de su alma, se sentía sumida en la nada aplastante, en la noche... esa "noche oscura" tan bien delineada por san Juan de la Cruz en la que el alma cree estar ausente de Dios...
Pero, le responde Teresa a su hermana, "Jesús está allí, dormido, como antaño en la barca de los pescadores", solo que "Celina no lo ve porque la noche ha caído sobre la navecilla".
Ciertamente Celina podría despertarlo -demandar su atención, reclamarle su Presencia sensible- y Jesús le consolaría, pero entonces el Señor ya no dormiría, no descansaría...
Teresa habla así por experiencia. Ella misma vivió esa "aridez", esa "noche", previo a su profesión religiosa y en otros momentos de su breve vida en este mundo. Pero ello no le aflige: "Esos ejercicios no sólo no me proporcionaron ningún consuelo, sino que en ellos la aridez más absoluta y casi casi el abandono fueron mis compañeros. Jesús dormía, como siempre, en mi navecilla. ¡Qué pena! Tengo la impresión de que las almas pocas veces le dejan dormir tranquilamente dentro de ellas. Jesús está ya tan cansado de ser Él quien corra con los gastos y de pagar por adelantado, que se apresura a aprovecharse del descanso que yo le ofrezco. No se despertará, seguramente, hasta mi gran retiro de la eternidad; pero esto, en lugar de afligirme, me produce una enorme alegría" (Manuscrito A).
Es la alegría del alma que, en fe, sabe que la ofenda de su corazón, de su almohadita, ha sido aceptada con todo gusto por su Señor, quien le ama con toda libertad y confianza.
"Acuérdate de haber vivido errante,
El pequeño Jesús, que nació pobre en un pesebre, que no tuvo donde recostar su cabeza, el mismo que, agotado del trajín de la misión, se quedó dormido sobre el cabezal de una barca en plena tormenta, pide... ¡una almohada!
Para la Navidad de 1895, a santa Teresa del Niño Jesús se le ocurre crear una "dinámica" para el momento de recreación en el Carmelo de Lisieux. La titula "El Pequeño Divino Mendigo de Navidad" y la representación se inicia con un ángel que trae al Niño Jesús en brazos. El pequeño se ha hecho pobre y necesitado, pero en el mundo no ha encontrado más que indiferencia. Anda mendigando amor, pero como es tan pequeño para poder hablar, el ángel hace de portavoz: "!Oh conmovedor misterio! ¡Viene a pedirles limosna el que es Dios, el Verbo eterno!”.
El ángel les da entonces a las monjas una canasta con papelitos. Cada una va sacando uno y, al leerlo, descubre lo que el Niño ha venido a pedirle... y lo que le pide es, básicamente, el regalo del propio ser, pero expresado con la genial creatividad de Teresa.
Así, el pequeño Jesús pide -les pide que sean para Él- una hostia blanca, un espejito, una estrella, un racimo de uvas, una flor, un cordero, miel... una almohada.
Esto es lo que dice el papelito:
«En el pesebre donde Jesús descansa
a menudo lo veo desvelado.
¿Quieres saber por qué?
¡No encuentra almohada alguna allí!
Sé que tu alma solo anhela
confortarlo noche y día.
¡Ah, bien! La almohada que Él desea
es tu corazón ardiendo de amor.
¡Ah! Sé siempre humilde y suave
para que el Divino Tesoro pueda decirte:
"¡Oh, mi esposa! En ti plácidamente me quedo dormido...".
"Mi esposa -repite-, en ti plácidamente me quedo dormido"».
El tema de la búsqueda de descanso por parte de Jesús aparece varias veces en los escritos de Teresita, en sus poemas y sus cartas. Y siempre el sitio de descanso es el corazón de las almas amigas.
En una carta a su tía, en noviembre de 1894, Teresa presenta a Jesús como el "divino Mendigo de amor" que anda pidiendo una "posada" para descansar... ¿pero descansar de qué?
En julio de 1893, en una carta a su hermana Celina, Teresa le señala que Jesús está muy cansado -escribe la palabra "cansado" toda en mayúsculas...-. Y añade: "Sus pies divinos están cansados de buscar a los pecadores".
Esta idea me transporta directamente al pasaje evangélico de la samaritana (Juan 4). Jesús está "fatigado del camino" y pide... pide de beber... tiene sed... sed de almas... sed de dar su Agua Viva a esas almas que anda buscando por los caminos.
A esta fatiga encuentra su descanso yendo a aquellas otras almas que se han dejado encontrar por Él. Son corazones por los que no tiene que luchar a brazo partido para entrar porque, más bien, le están esperando...
"El señor abate nos ha dicho que preparemos una buena morada para Jesús y que le hagamos un lugar hermoso en nuestro corazón donde pueda descansar. Que lo primero que teníamos que hacer era barrerlo, es decir, retirar de él todo lo que desagradase al Niño Jesús; y luego, recoger todas las flores que pudiéramos, es decir, las buenas acciones, para adornar con ellas nuestro corazón y prepararle así un lugar para descansar. Y que cuantas más flores hubiese, mejor sería", escribe Teresa en sus anotaciones de un retiro en mayo de 1885.
Son corazones en los que Jesús ya ha trabajado, ya ha acomodado unas cuantas cosas y ahora le pueden servir de descanso. Corazones purificados en su amor: "Si tu corazón está completamente desnudo y purificado, le servirá de lecho al santo Niño Jesús, que descansará santamente en él" (Teresa de Lisieux, "Testamento de san José", 1892).
Son aquellas almas que no le agobian con pedidos, reclamos, demandas, exigencias... En esos corazones Jesús descansa y, con libertad y confianza de amigo, incluso se duerme.
Cuando Teresa le escribió a Celina de cuán cansado andaba Jesús lo hizo en respuesta a una carta en la que su hermana le confiaba el estado de "aridez" de su alma, se sentía sumida en la nada aplastante, en la noche... esa "noche oscura" tan bien delineada por san Juan de la Cruz en la que el alma cree estar ausente de Dios...
Pero, le responde Teresa a su hermana, "Jesús está allí, dormido, como antaño en la barca de los pescadores", solo que "Celina no lo ve porque la noche ha caído sobre la navecilla".
Ciertamente Celina podría despertarlo -demandar su atención, reclamarle su Presencia sensible- y Jesús le consolaría, pero entonces el Señor ya no dormiría, no descansaría...
Teresa habla así por experiencia. Ella misma vivió esa "aridez", esa "noche", previo a su profesión religiosa y en otros momentos de su breve vida en este mundo. Pero ello no le aflige: "Esos ejercicios no sólo no me proporcionaron ningún consuelo, sino que en ellos la aridez más absoluta y casi casi el abandono fueron mis compañeros. Jesús dormía, como siempre, en mi navecilla. ¡Qué pena! Tengo la impresión de que las almas pocas veces le dejan dormir tranquilamente dentro de ellas. Jesús está ya tan cansado de ser Él quien corra con los gastos y de pagar por adelantado, que se apresura a aprovecharse del descanso que yo le ofrezco. No se despertará, seguramente, hasta mi gran retiro de la eternidad; pero esto, en lugar de afligirme, me produce una enorme alegría" (Manuscrito A).
Es la alegría del alma que, en fe, sabe que la ofenda de su corazón, de su almohadita, ha sido aceptada con todo gusto por su Señor, quien le ama con toda libertad y confianza.
"Acuérdate de haber vivido errante,
extranjero en la tierra, ¡oh, Verbo eterno!
Ni una piedra tuviste ni un abrigo,
ni tan siquiera el nido que los pájaros tienen...
Ven, ¡oh, Jesús!, a mí,
reclina tu cabeza, ven...
para recibirte tengo dispuesta el alma.
Sobre mi corazón descansa, Amado mío,
¡mi corazón es tuyo!"
(Teresa del Niño Jesús, "Jesús, Amado mío, acuérdate", poema, 1895)
"Vivir de amor es, mientras Jesús duerme,
permanecer en calma
en medio de la mar aborrascada.
No temas, ¡oh, Señor!, que te despierte,
espero en paz la orilla de los cielos...".
(Teresa del Niño Jesús, "Vivir de amor", poema, 1895)
(Teresa del Niño Jesús, "Jesús, Amado mío, acuérdate", poema, 1895)
"Vivir de amor es, mientras Jesús duerme,
permanecer en calma
en medio de la mar aborrascada.
No temas, ¡oh, Señor!, que te despierte,
espero en paz la orilla de los cielos...".
(Teresa del Niño Jesús, "Vivir de amor", poema, 1895)
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