Este pesebre lo compré en diciembre de 2014 en la librería Don Bosco, de Buenos Aires.
Es de la marca Domine y está hecho en resina, con una cavidad en la parte superior para colocar una pequeña vela.
La pieza en sí misma simula ser un cirio blanco, que en la parte inferior presenta la figura del Niño Jesús adorado por los tres Reyes.
Jesús es la Luz que nace en la cerrada noche de la humanidad. Tal como le ocurrió a los Magos, su luz brilla con mayor intensidad a medida que nos acercamos a Él, que dejamos que Él nazca y anide en nuestros corazones...
Esto queda hermosamente representado en el símbolo de la corona de Adviento, formada por cuatro velas que se van encendiendo y acrecentando el resplandor a medida que se acerca la Navidad y por una quinta, de color blanco, que se prende en la liturgia de la Nochebuena.
Entonces la intensidad de la luz es plena: la gloria del Dios con nosotros... Y todo ese resplandor que brilla en la oscuridad que hasta entonces nos rodeaba se hace puente con la luz del cirio pascual, que representa a Cristo resucitado, la Luz que ha vencido las tinieblas.
El cirio, la luz, une así dos misterios, el de la encarnación y el de la resurrección de Jesús, quien, como ha cantado Zacarías, es el "sol" nacido de lo alto que ha venido a nosotros "para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte" (Lucas 1).
"Yo soy la luz del mundo, quien me siga no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida".
Juan 8,12
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