Este pesebre lo compré en diciembre de 2014 en la ciudad argentina de Santa Fe.
Es una sola pieza, de cerámica, de origen chino, con las figuras de José, María y el Niño Jesús, como formados en escalera.
Esta figura me recuerda a la misteriosa escalera de Jacob, aquella por la que los ángeles iban y venían entre el cielo y la tierra.
Según se relata en el libro del Génesis (28,10-22), Isaac envía a su hijo Jacob a la tierra de Padán Aram, a buscar mujer para casarse.
Se pone en camino pero se hace de noche y decide hacer un alto. Toma una piedra, la usa de almohada y se echa a dormir.
Entonces sueña con una escalera que une tierra y cielo. Mensajeros de Dios suben y bajan por ella. Y el Señor, sobre la escala, le habla. Le promete darle aquella tierra en la que duerme y una descendencia por la que todos los pueblos del mundo serán benditos.
"Yo estoy contigo, te acompañaré adonde vayas, te haré volver a este país y no te abandonaré hasta cumplirte cuanto te he prometido", le dijo Dios.
Entonces Jacob despertó y dijo: "Realmente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía". Jacob, como la mayoría de sus contemporáneos, pensaba que Yavéh era el "dios" de un lugar, de la tierra prometida. Fuera de ese territorio, no estaba presente y, por tanto, se perdía su protección.
Pero Dios se le revela, se comunica con él, allí, en medio de la nada, del desierto, de la oscuridad, en tierra extraña, en lo que podría calificarse como un lugar cualquiera.
Dios está presente allí, en coordenadas y circunstancias inesperadas. Allí por donde nosotros hemos de pasar, allí está Él. Y no como espectador, sino como compañero, con su palabra, con su protección, con su alimento, con su bendición.
En las noches de nuestra vida, en los desiertos de nuestra existencia, Dios se nos regala, como a Jacob, para descubrir que no estamos solos.
Dios siempre estuvo, pero no lo sabíamos.
Sobrecogido, Jacob exclamó: este sitio es "nada menos que casa de Dios y puerta del cielo".
¿Dónde vive Dios? ¿Dónde le buscamos?
"Tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba", dice san Agustín.
"Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él", dice el Señor (Juan 14,23).
¿Y cuál es la "puerta del Cielo"?
"Nadie va al Padre si no es por mí" (Juan 14,6). "Yo soy la puerta: quien entra por mí se salvará" (Juan 10,9).
Jesús camino, puente, entre cielo y tierra... escalera. En Él y por Él, Dios desciende hasta nosotros, y a nosotros nos es dado subir hasta el Padre. En esta escalera humanidad y divinidad se unen.
Dios encarnado, hecho hombre, cercano, en diálogo, que sale a nuestro encuentro, que se vuelve compañero de camino, que promete no abandonarnos. Como en el sueño de Jacob.
La "casa de Dios" y la "puerta del cielo" es allí donde Dios se encuentra con el hombre. Y es en Jesús donde Dios se abraza a la humanidad.
Es curioso: aquel sitio donde Jacob soñó con la escalera se llamó Betel. Suena a Belén, ¿no?
"Tú eres, Jesús, mi escalera,
Dios y hombre verdadero,
pues has bajado a la tierra
para que yo suba al cielo".
("La escala de Jacob", oración para niños)
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