Lo que más llama mi atención son los rostros de José y María. No miran al Niño. Parecen dialogar íntimamente con el Padre... Anonadado, José. Conmocionada, María... Ellos eran hijos fieles, que, en medio de la pobreza, confiaban en las promesas del Señor a su pueblo... Y la promesa se cumple ante sus ojos...
Ellos son los "pobres de Yavé", el "pequeño resto", los "anawin"... Y entre ellos decide encarnarse Dios, desde aquí suscita la fuerza de Salvación.
Esta "pequeña porción" se enraíza en la historia del pueblo de Israel, una historia marcada por infidelidades, apostasías, incredulidad y hasta olvido de Dios. Pero en medio de ese pecado, que parece dominarlo todo y a todos, resiste un "pequeño resto", un núcleo que se aferra a su fe y a la esperanza en las promesas de salvación que Dios ha puesto en boca de sus profetas.
Han pasado por el destierro en Babilonia, por la persecución, la esclavitud, la pobreza... Pero ellos -este pequeño resto- no se rebelan, como la mayoría. Permanecen firmes en la fe. Se apoyan en su comunidad creyente y en la oración. Se ayudan mutuamente. Confiesan y piden perdón por los pecados. Aceptan mansos la voluntad de Dios, confiando en su providencia. Y esperan... Un Mesías les ha sido prometido y han hecho experiencia de que el único realmente fiel y que no se retracta de sus promesas es Dios.
Los "anawin" han sido despojados de casi todo, pero conservan el tesoro de la fe.
En esta espiritualidad del "pequeño resto" viven José, Isabel, Zacarías... En este jardín florece María... Y Jesús se encarna entre estos "pobres de Yavé".
De este "resto fiel" surgen Juan, los discípulos...
Éstos son los humildes y hambrientos del Magnificat.
Ellos son los bienaventurados de los que habla Jesús... Los pobres de espíritu, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que buscan la paz, los perseguidos, excluidos, odiados, injuriados y proscritos por seguir a Cristo...
Estos "pobres de Yavé" fueron los primeros testigos del nacimiento de Jesús, aquellos humildes pastores que creyeron y se encaminaron a Belén...
Anawin. Pobres de Dios. Pequeño resto. Los bienaventurados del Reino...
Los hay también hoy y caminan a nuestro lado, desde la humildad, la mansedumbre, la pobreza de espíritu, la pureza de corazón, la sencillez, anónimos, silenciosos, ocultos en Cristo, orando con confianza, perseverando en la fe, alimentándose de la Palabra, labrando fraternidad, construyendo paz, dando el buen combate, esperando solo en Dios... ¡Felices los anawin!
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