Este pesebre me lo regaló en agosto de 2014 Eduardo Molinari, un hermano de la parroquia.
Es un díptico, de pequeño tamaño, en madera. De un lado, está la imagen de la Sagrada Familia, con un diseño envolvente, como abrazando al Niño, que tiene sus manos alzadas.
Del otro lado, esta frase: "Hagamos un pesebre de cada Navidad".
Releí muchas veces esta invitación, tratando de desentrañar su sentido.
No dice "hagamos un pesebre en cada Navidad", lo que bien podría ser una sugerencia válida para armar y renovar la tradición del pesebre cada año...
No, la invitación es otra...
Navidad es nacimiento, vida nueva, vida que se alumbra, que llega, que se nos da...
Y el pesebre no es más que un modo humilde de acoger esa vida.
Es, por supuesto y ante todo, Jesús que nace y la Vida Nueva que Él nos trae, alumbrada en la humildad de un pesebre.
Pero éste es un Misterio que se nos ofrece de modos muy diversos y repetidas veces, no solo cada 25 de diciembre.
Vivimos, por así decirlo, muchas Navidades, muchas circunstancias de "vida nueva" que se nos ofrecen como un regalo...
La belleza de la creación. La sonrisa de un niño. Una mano tendida. Un deseo de cambio. Un soplo de Dios...
En realidad, si miramos bien, descubriremos tantas señales de la vida verdadera que se gesta a nuestro alrededor...
Es vida que busca nacer, que busca protección, acogida, que busca alguien que le dé la bienvenida, sin pretensiones... Vida nueva que busca un pesebre... ¡Hagamos un pesebre de cada Navidad!
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