Este pesebre me lo regaló mi amigo Sebastián Meresman en diciembre de 2018. Es una única pieza, de cerámica, en estilo andino.
Las figuras del pesebre están bajo una cúpula azul profundo que me recuerda a la imagen bíblica de la bóveda del cielo.
En las Escrituras, la bóveda celestial es lo que cubre la tierra a manera de un muro sólido, un manto o un toldo.
Según el relato del Génesis, fue creada por Dios en el día segundo: "Dijo Dios: «Haya una bóveda en medio de las aguas, para que separe unas aguas de las otras.». Hizo Dios entonces como una bóveda y separó unas aguas de las otras: las que estaban por encima del firmamento, de las que estaban por debajo de él. Y así sucedió. Dios llamó a esta bóveda 'Cielo'" (Génesis 1, 6-8).
Esta imagen del firmamento, la bóveda celeste, es utilizada como símbolo de lo trascendente, lo infinito... morada de Dios, trono de Dios... "Él vive más allá del techo de la tierra, desde allí sus habitantes parecen hormigas. Ha estirado los cielos como una tela, los ha extendido como una carpa para vivir" (Isaías 40, 21). "El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis pies" (Isaías 66, 1).
Dios, en lo alto, allí donde brilla con fuerza el sol, donde retumban los truenos, donde sacuden los relámpagos, donde el firmamento nos habla de su gloria y majestad...
Y, de repente, aquel día impensado de la "plenitud de los tiempos", Dios fue Dios-con-nosotros, Dios hecho niño, observando desde su pequeñez aquel firmamento inconmensurable... Dios bajo la bóveda del cielo.
"Esta noche se pierde en las brumas del tiempo
cuando la tierra, cansada de alarmas y de odio,
se durmió bajo la bóveda del cielo estrellado
y en silencio nació el Dios-con-nosotros.
Tantas cosas no son hoy posibles en el tiempo.
Los magos ya no escrutan el firmamento.
Los pastores no escuchan, atentos,
los murmullos de ángeles presentes que hablan de Dios.
Pero lo que esta noche revela de eterno
persiste indestructible al paso de los tiempos.
En ti ve de nuevo el Verbo la luz,
el mismo que hace siglos en la gruta nació.
Sí. El Dios con nosotros.
No en el azul inmenso más allá del confín de lejanos planetas.
No en el fuego cruel, ni en la gran tempestad.
O en el vago recuerdo de un tiempo que pasó.
Él está aquí, presente en los vanos tumultos,
en el río de inquietudes humanas.
Y tú llevas contigo el gozoso misterio.
El mal es impotente y nosotros eternos.
Porque es Dios, Emmanuel, Dios con nosotros".
Vladimir Soloviev (1853-1900)
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