Esta libreta la compré en diciembre de 2018 en la tienda de la Basílica San José de Flores, de Buenos Aires.
Está hecha por Arte Sano. En la portada, que es de madera, tiene una imagen del pesebre y una cita evangélica: "Ellos preguntaron: ¿dónde esta el niño que nació para ser Rey? Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo" (Mateo 2, 2).
Imágenes diversas del Nacimiento y citas del Evangelio se repiten en cada una de las hojas de la libreta... Cuando me puse a pensar qué uso darle, lo primero que se me ocurrió fue destinarla para escribir aquellas palabras de la Escritura que me van tocando particularmente el corazón, con la idea de volver a ellas, una y otra vez, en la oración...
Algo así como una modesta versión del "vademécum" que se armó, a falta de una Biblia, el venerable cardenal vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân (1928-2002).
Perseguido por el régimen comunista a causa de su fe, monseñor Van Thuân permaneció cautivo en cárceles vietnamitas por trece años, nueve de ellos en condición de aislamiento total.
En su precioso libro "Cinco panes y dos peces" al hablar del "tercer pan", el de la oración, Van Thuân revela que sus oraciones preferidas son las "breves y sencillas" contenidas en el Evangelio, como "Padre, perdónalos..." (Lc 23, 34), "en tus manos encomiendo mi espíritu..." (Lc 23, 46), o "ten compasión de mí, que soy pecador" (Lc 18, 13).
A continuación cuenta que como no pudo llevar consigo la Biblia a la cárcel, entonces, juntando pequeños pedazos de papel, se armó una libreta y en ella escribió cerca de 300 frases del Evangelio.
" Este Evangelio reconstruido y reencontrado ha sido mi vademécum diario, mi estuche precioso del cual saco fuerza y alimento mediante la Lectio Divina", comenta.
Van Thuân retoma esta anécdota de su "vademécum" al predicar sobre la Palabra en unos ejercicios espirituales en el 2000 para el Papa Juan Pablo II y la curia romana. Desde su experiencia de larga reclusión obligada, habla de la Palabra como verdadero "pan", alimento que da vigor, ilumina la mente, confirma la voluntad, enciende un ardor renovado y renueva la vida.
"Cuando lo había perdido todo y estaba en la prisión, pensé prepararme un vademécum que me permitiera vivir la Palabra de Dios en aquella situación. No tenía ni papel ni cuadernos, pero la policía me proveía de folios en los que tenía que escribir las respuestas a las muchas preguntas que me formulaban. Entonces, poco a poco, empecé a guardarme algunos trozos de papel, y logré hacer una pequeña agenda, en la cual día a día pude escribir, en latín, más de 300 frases de la Sagrada Escritura que recordaba de memoria. La Palabra de Dios así reconstruida fue mi vademécum cotidiano, mi cofre precioso del cual sacar fuerza y alimento", contó en aquella predicación, recogida luego en el libro "Testigos de esperanza".
Van Thuân afirma que para que la Palabra produzca todos sus frutos hay que acogerla -escucharla más con el corazón que con los oídos- y vivirla. Dice que no basta con meditarla, rezar con ella y extraer algún propósito. La auténtica escucha de la Palabra se traduce en obediencia, en hacer lo que exige. "Hay que dejarse trabajar por la Palabra hasta el punto de que llegue a informar toda la vida cristiana".
Y va más allá, porque tampoco basta con acoger y vivir la Palabra. Ésta ha de ser compartida. "La Palabra es una semilla sembrada en nuestra vida. La tierra buena no devuelve la semilla, sino el fruto. Así, deberíamos comunicar no sólo nuestra reflexión sobre la Palabra de Dios, sino más bien lo que ella ha obrado una vez acogida en la tierra de nuestra vida".
Ser Palabra y ser testigos.
Cuenta Van Thuân que en la terrible cárcel vietnamita de Phu-Khanh los católicos dividían en pequeños pliegos de papel el libro del Nuevo Testamento que habían introducido en la prisión ocultamente. Se repartían los pedazos y se aprendían los pasajes de memoria.
"Como el suelo era de tierra o arena, cuando oían pasos de policías, escondían la Palabra de Dios bajo tierra. Por la noche, en la oscuridad, cada uno recitaba por turno la parte que ya había aprendido. Era impresionante y conmovedor oír en el silencio y en la oscuridad la Palabra de Dios, la presencia de Jesús, el «Evangelio vivo» recitado con toda la fuerza de ánimo, oír la oración sacerdotal, la pasión de Cristo. Los no cristianos escuchaban con respeto y admiración lo que ellos llamaban verba sacra. Muchos decían como experiencia propia que la palabra de Dios es «espíritu y vida»"...
Cada vez que, gracias a las porquerías y herejías que circulan en internet, me dan ganas de tirar las computadora por la ventana, me llega uno de tus posts para devolverme la esperanza. Como éste, que recuerda al Card. Van Thuan. Gracias por evangelizar la red! Bendiciones!
ResponderEliminarFabiela, gracias por tu valoración, siempre generosa,y por tu aliento! No te desanimes... es cierto que en la web hay de todo, pero como en el "mundo analógico"... en ambos hay gente tratando de aportar al Reino!
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