Este pesebre me lo regaló Dora, mamá de mi amiga Marina Guilén, quien me lo trajo desde Ibi (España) en mayo de 2018. Es de resina y representa a Jesús naciendo dentro de una cáscara de nuez.
En lo pequeño se encierra, nace, el misterio del Dios infinito. Pero es una verdad que solo quienes son pequeños -humildes- pueden descubrir y acoger.
"Encerrado en una cáscara de nuez me tendría por rey del espacio infinito, si no fuera porque tengo malos sueños", dice el joven príncipe Hamlet en la célebre obra de William Shakespeare.
"Sueños que son ambición, pues la esencia del ambicioso es la sombra de un sueño", añade el cortesano Guildenstern.
Algo sombrío había dañado la inocencia del joven Hamlet. Ya no podía concebir que un rey del espacio infinito pudiera vivir en una simple y diminuta cáscara de nuez... ya no era capaz de ver lo grande dentro lo pequeño.
El venerable arzobispo Fulton Sheen (1895-1979), al preguntarse cómo puede el alma hallar a Dios, afirma que "es un hecho psicológico que sólo siendo pequeños podemos descubrir algo grande" y que, para encontrar al inmenso Dios, es necesario llegar a poseer el "espíritu de los niñitos". Los niños son tan pequeños que, en comparación suya , todo lo demás les parece grande.
¿Qué significa ser un niño?, se pregunta Sheen. Y responde con estas bellas palabras del poeta inglés Francis Thompson (1859-1907): "Ser un niño es ser algo muy diferente del hombre de hoy. Es tener un espíritu brotando todavía de las aguas del bautismo; es creer en el amor, creer en la belleza, creer en la fe; es ser tan pequeño que los duendecillos alcanzan a cuchichear en sus oídos; es convertir calabazas en coches, y ratones en caballos; humildad en excelsitud e insignificancias en grandezas, pues cada niño tiene su hada madrina en su propia alma; es vivir en una cascara de nuez y sentirse el rey del espacio infinito. El universo es su caja de juguetes. Él mete sus dedos en el crepúsculo. Se llena de polvo de oro al revolcarse en medio de las estrellas. Hace inocentes travesuras con la luna. Los meteoros hociquean en sus manos. Importuna al trueno encadenado y gruñón, y ríe al sonido de sus cadenas de fuego. Corretea por las puertas del cielo. Su piso está lleno de las fantasías rotas. Corre salvaje sobre los campos del éter. Da caza al mundo girante. Se coloca entre los pies de los cabellos del sol. Se pone al regazo de la madre natura y trenza sus guedejas sueltas de cien modos caprichosos para ver en cuál parecerá más hermosa".
Esto es lo que significa ser un niño. Por ello, insiste Sheen, es también por lo que "sólo siendo pequeños es como podemos descubrir algo grande".
Si no nos hacemos como niños, no podremos descubrir ni aceptar que el Rey del espacio infinito se hizo hombre, se abajó hasta nuestra pequeñez, vivió entre nosotros, en nuestra misma cáscara de nuez.. ni podremos gozar de esa verdad que nos trajo, que somos también nosotros herederos de su reino que no tiene fin y que ese reino ya está entre nosotros, encerrado en la pequeñez de una cáscara de nuez.
"Pequeño Jesús, ¿fuiste Tú tímido alguna vez
y así tan pequeño como yo?
¿Y cómo se sintió estar fuera del Cielo
y ser como yo soy?
¿Alguna vez pensaste en ese Cielo y
te preguntaste adónde estaban todos los ángeles?
Pienso que yo lloraría por mi casa toda hecha de Cielo
y miraría el aire y me preguntaría dónde están
todos los ángeles;
y que al despertar me apenaría...
¡no hay un ángel allí para vestirme!
¿Tuviste alguna vez juguetes, como nosotros,
los pequeños niños y niñas?
¿Y jugaste en los Cielos con todos los ángeles,
que no son tan altos,
y tuviste por canicas las estrellas?
¿Se juega allá al "búscame" por entre sus alas?
¿Y tu Madre te permitía arruinar tus ropas
jugando por el suelo?
¡Qué bueno tener siempre
los vestidos nuevos en los Cielos,
porque son completamente limpios y azules!
¿Te arrodillabas por las noches a rezar?
¿Y unías tus manos, así, de este modo?
¿Y te cansabas por ser tan pequeño
y te parecía que las plegarias eran tan largas?
¿Y te gusta más que unamos nuestras manos, así,
para rezarte?
Solia pensar, antes de saber,
que la oración no estaba hecha
a menos que fuera pronunciada.
¿Y tu Madre te besaba por la noche
y doblaba tus ropas prolijamente?
¿Y te sentías muy feliz en tu cama
después de que te había besado dulcemente
y que habías hecho tus oraciones?
Tú no puedes haber olvidado todo
lo que se siente ser pequeño...
Y sabes que no sé cómo rezarte
como lo hace mi padre...
¿Cuando eras tan pequeño, podías
hablar como lo hace el Padre?
Entonces, como un Niño pequeño, baja
y escucha la lengua de un niño como la tuya.
Tómame de la mano y caminemos mientras
escuchas mi charla de niño.
A tu Padre, muéstrale mis plegarias...
Él mirará, porque Tú eres tan bello...
Y dile: 'Oh, Padre, Yo, tu Hijo, te traigo
las súplicas de un pequeñito'.
Y Él sonreirá, porque el lenguaje de los niños
no ha cambiado desde que Tú fuiste un niño".
Francis Thompson, "Ex Ore Infantium".
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