
A mi me hace acordar a ese gesto de arrojar piedritas que equivale a declaración de amor. Quizás esté en desuso, pero siglos atrás cuando un hombre quería hacer saber a una dama de su pretensión amorosa le tiraba una piedrecita a los pies o a la falda. Era una forma sutil de llamar su atención. O le arrojaba piedritas a la ventana o a la puerta de su casa, para que saliera o le dejara entrar...
Y Dios nos arroja también piedritas para ver si nos damos vuelta, le vemos a los ojos y nos avivamos de cuán enamorado está.
Nos arroja piedritas a la ventana en nuestras noches para ver si nos despertamos, nos levantamos y nos asomamos a su misterio de Amor.
Nos tira piedritas a la puerta de nuestras vidas, a ver si le abrimos de una buena vez y le dejamos entrar... "Estoy a la puerta y llamo" (Apocalipsis 3,20). "¡Abreme, hermana mía, mi amada, paloma mía, mi preciosa!" (Cantar 5,2).
Dios, enamorado, nos manda uno tras otro sus mensajes de amor. Pero no siempre le sabemos interpretar... a veces estamos muy dormidos, o demasiado distraídos o simplemente aun no aprendimos a descodificar su bello lenguaje: nos dice "te amo" en cosas tan pequeñas, cotidianas y sencillas como una piedrita.
Comentarios
Publicar un comentario