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#213 De rodillas



Este pesebre me lo regaló mi papá para la Navidad 2016. Está hecho en resina, tiene diez piezas, es de la marca Domine y fue comprado en la librería Nuestra Señora del Carmelo, de Buenos Aires.
La escena que recrea este pesebre es la de la adoración, en la que, según el relato evangélico, los magos de Oriente se "postraron" ante el Niño Jesús.
Si observan con detenimiento, verán que todas las figuras, salvo la del Niño, están inclinadas hacia adelante. Algunos están arrodillados, otros en genuflexión, otros solo con el torso inclinado...
Si se fijan, las posiciones son similares, pero cada una tiene su peculiaridad, no hay dos idénticas. Y es que al orar, y en particular en la adoración a Jesús, nuestro ser, alma y cuerpo, adopta actitudes y posiciones, interiores y exteriores, que buscan expresar algo ante Dios desde nuestra singularidad y desde nuestras circunstancias.
Santo Domingo Guzmán adoptaba diferentes posiciones al orar. De pie, hacía una inclinación profunda ante el altar o un crucifijo en señal de humildad, de reverencia, de veneración. Oraba también con frecuencia postrándose en tierra, apoyado sobre su cabeza, compungido en su corazón, para pedir perdón por los pecados. Oraba haciendo genuflexiones y arrodillado durante largo tiempo, sea intercediendo, sea en contemplación...
En la Biblia hay muchísimos ejemplos de personas que adoptan estas posturas ante Dios. Postrase con el rostro en tierra es propio de quien reconoce la presencia y el el poder sobrecogedor de Dios, como Abraham cuando el Señor hizo alianza con él. O como los apóstoles en la barca, después de ver a Jesús caminar sobre las aguas.
También hay muchos ejemplos de personas que se arrojaban a los pies de Jesús, un modo de pedir, también con el cuerpo, ser sanados, con plena confianza en Quien tiene poder para hacerlo.
Pero quizás el mayor ejemplo sea Jesús mismo, orando en el huerto de los Olivos. Lucas dice que Jesús se puso de rodillas, mientras que Mateo y Marcos apuntan que cayó y se postró con el rostro en tierra. Como sea, se abajó para orar así: "Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya".
Dice Benedicto XVI que, con este gesto de arrodillarse o postrase, Jesús acepta "la caída del hombre, se deja caer en su caducidad, ruega al Padre desde la profundidad más absoluta de la soledad y la miseria humana", "pone su voluntad en la voluntad del Padre", "hace suya toda la negación de la voluntad del hombre y la sufre con su dolor" y "pone la voluntad humana en la voluntad divina".
Es un gesto sumamente profundo. Jesús arrodilla nuestra humanidad ante el Padre...
Hay quienes ven en el acto de doblar la rodilla una sumisión indigna o humillante. Sin embargo, desde la fe, arrodillarse ante Dios es reconocernos suyos, no como esclavos sino como hijos, y adorarlo.
Y muchas veces, lo que parece tan solo una postura "correcta" ante Dios, se vuelve una necesidad para aquella persona que se siente movida a expresar con todo su ser lo que quiere comunicarle al Señor.
Postrarnos, arrodillarnos, abajarnos... para ponernos ante los ojos del Señor, que Él pueda ver todas nuestras heridas y nos sane....
Agacharnos, hacernos pequeños ante Dios... para quedar totalmente escondidos bajo sus alas.
Inclinar nuestras cabezas ante Él... para que sus manos nos cubran con su bendición.
Sentarnos a los pies del Señor... para escuchar de cerca sus enseñanzas.
Arrodillarnos ante su pequeñez de Niño... para descubrir la puerta de entrad al Reino de los Cielos.
Arrojarnos a los pies de Jesús, como aquella pecadora, para bañarlos de lágrimas...
Inclinarnos ante un Jesús que se arrodilla frente a nosotros para lavarnos los pies, que se abaja a nuestra humanidad... Arrodillarnos porque nos ama de rodillas y deseamos amarlo, aunque sea un poco, como Él nos ama...
Leí una definición de orar, atribuida al teólogo alemán Karl Rahner, que me parece bellísima: "la oración es un amor que se pone de rodillas”.
Dios nos conceda la garcia de un corazón libre de orgullos y que, movido por el amor, no dude en arrodillarse ante Él, interior y exteriormente, para adorarle.


"¡Entren, inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó!"
Salmo 95

"Pero yo, por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia".
Salmo 5



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