Este cuadro me lo regaló en mayo de 2016, por mi cumpleaños, mi sobrino Juan Cruz, que intervino con sus manos para pintar el marco.
Es una imagen bella, llena de color y detalles preciosos, como esas dos ovejitas en uno de los ángulos.
Es la escena de la Adoración de los magos. Pero hay algo que llama mi atención y es que María parece que dejó de prestarles atención a los reyes y sus costosos regalos, se giró y me mira.
Uno de los magos, recogido en la oración, arrodillado, ni se percató... pero los otros dos, cargados con sus dones para el Niño, también se dieron vuelta para ver a quién mira la Virgen y me observan... las manos.
Yo caí en Belén sin nada para el recién nacido. No sé si los reyes piensan que soy una descarada o una desubicada... pero a María parece no importarle que yo llegué con las manos vacías.
De hecho, ni me mira las manos, sino que me está mirando a los ojos, con ternura, con una sonrisa.
No pronuncia palabra, pero me muestra a Jesús, como presentándomelo, como ofreciéndomelo... su Hijo, el Todo, para colmar mi nada.
Y entonces ya no siento vergüenza de mis manos vacías, las tengo libres para aceptar a Quien se me ofrece. ¡El don es Él!
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