Esta imagen del Sagrado Corazón del Niño Jesús la tomé en abril de 2016 en uno de los altares laterales de la Basílica de San José de Flores, en Buenos Aires, la iglesia que frecuentó durante su niñez y adolescencia el Papa Francisco.
Imagino que muchas veces habrá mirado esta imagen, se habrá dejado interpelar por este Jesús, Niño, que con su pequeña mano izquierda señala su Corazón.
Cuando veo una imagen del Sagrado Corazón -Jesús que muestra, que descubre, que señala su Corazón- pienso en su Amor ofrecido, pero también en el amor que nos pide -nuestro pobre amor para su Corazón herido- y en el camino que quiere proponernos desde el latir de su Corazón. Es como si Jesús nos dijera, señalando su Corazón: "te ofrezco mi Amor, necesito tu amor, te propongo amar así...".
Pero, ¿y qué nos dice este Corazón desde el pecho de Jesús Niño? Lo mismo, pero con el acento puesto en dejarse amar y amar con "corazón de niño".
En junio de 2014, en una homilía para la fiesta del Sagrado Corazón, el Papa Francisco dijo que, para comprender el amor de Dios, el hombre necesita buscar una dimensión inversamente proporcional a la inmensidad: la pequeñez, la pequeñez del corazón.
En nuestra pequeñez Dios vuelca su misericordia, su ternura. Él es Padre.
Dice Francisco que lo "que Dios busca en el hombre es una relación de papá-hijo", "pero si nosotros nos sentimos fuertes, no experimentaremos nunca la caricia del Señor".
Hay que hacerse como niños. Tener corazón de niño.
"Y cuando Jesús habla de sí mismo, dice: ‘Yo soy manso y humilde de corazón’. También Él, el Hijo de Dios, se abaja para recibir el amor del Padre”, añade el Papa al marcar la actitud de Jesús, quien nos enseña desde su Corazon de Niño cómo abrirnos al Amor de Dios.
Comentarios
Publicar un comentario