En diciembre de 2014 fuimos con mi ahijado Tommy y su familia a "La noche de los pesebres", que se realizó en el espacio cultural La Abadía, que funciona en el antiguo monasterio de San Benito, de Buenos Aires.
Como parte del evento, además de la exhibición de nacimientos, hubo otras actividades, como un taller para que los chicos aprendieran a modelar un Niño Jesús en porcelana fría.Me entusiasmé con la idea de que Tommy hiciera uno para mí y él se enganchó.
Con paciencia, con amor, con el calorcito de sus manos y siguiendo un modelo acabado, fue dándole forma a la masa hasta conseguir el Niño.
¿No es esto lo que hace el Padre con nosotros cuando nos dejamos?
Toma nuestro barro y nos reconstruye, nos moldea, con paciencia, con misericordia... Corrige nuestras imperfecciones con dedos de artesano y con ojos de artista nos imprime belleza.
Nos forja al calor de su amor. Y no abandona la obra de sus manos hasta no ver en nosotros el rostro de su Hijo.
Así nos configura con Jesús. Así nos vuelve otro Cristo.
Pero esa transformación solo se obra cuando, desde la humildad de nuestro barro, decimos confiados "yo pongo mi vida en tus manos, Señor" (salmo 30) y nos abandonamos enteramente a la acción de Dios.
"Padre, me pongo en tus manos,
haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal que tu voluntad se cumpla en mí,
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te confío mi alma,
te la doy con todo el amor
de que soy capaz,
porque te amo.
Y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre".
Charles de Foucauld
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