Este pesebre lo compré en noviembre de 2014 en Miraflores, Lima, Perú.
Es una cruz para colgar de cerámica, azul, y en el centro está la Sagrada Familia, de rasgos indígenas.
¿Es un pesebre o es una cruz?
Lo que me gusta de esta pieza es que une los dos momentos centrales de la vida de Jesús y de nuestra fe: su nacimiento y su pasión, muerte y resurrección, la Navidad y la Pascua.
Contemplar esta pieza es asomarse a un doble misterio: lo que de cruz hubo en aquel pesebre de Belén y lo que de pesebre había escondido en la Cruz de Cristo.
Jesús nace y muere pobre, despojado, perseguido, a la intemperie del mundo.
Solo unos pocos le reconocen verdaderamente como Hijo de Dios y Rey, tanto en el pesebre como en la cruz.
Tuvo que nacer en un pesebre porque para sus padres no había lugar en la posada de Belén, un signo anticipado del rechazo que luego padecería Jesús.
Me estremece pensar que la entrega de Jesús no fue un acto único y aislado, el de morir en la Cruz. Verdaderamente su muerte fue la plenitud de su entrega, allí nos amó hasta el extremo. Pero Jesús vivió dándose desde aquel pesebre, en un ofrecimiento continuo, hasta la última gota de sangre, el último aliento.
Contemplo otra vez la cruz y veo que Jesús no está solo. María, sosteniendo su vida naciente en el pesebre, sosteniendo su cuerpo sin vida bajado de la cruz. María, ofreciéndonos a su Hijo, envuelto en pañales en Belén, envuelto en una sábana al pie de la Cruz. María, orando su propio misterio, cargando su propia cruz.
Y también lo contemplo a José, que en este pesebre abraza y custodia la vida de Jesús. José, siervo humilde de un Padre que no dejó a su Hijo en la orfandad nunca. José, hermano de todos nosotros, invitación a ser familia de Cristo, a participar de intimidad del misterio de Jesús.
Vuelvo a mirar la cruz y observo algo maravilloso. Lo que para muchos es solo signo de muerte, esconde la Vida. Lo que sucede es que, para descubrir vida donde todo parece hablar de muerte, hay que mirar con ojos de fe.
En los extremos de esta cruz observo flores y el verdor de las hojas. ¡La Vida Verdadera que brota de las heridas de Cristo!
Y en el centro de esta cruz intercambio miradas con el Niño, con la vida naciente de su corazón, la Vida Nueva de la Resurrección...
"Yo vine para que tengan vida, y la tengan en abundancia". Juan 10, 10
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