Este pesebre lo compré en Miraflores (Lima, Perú), en noviembre de 2014.
Es una sola pieza, de cerámica, con las figuras de la Sagrada Familia dentro de un "torito de Pucará", uno de los objetos cerámicos más representativos de la artesanía peruana.
El toro es para muchísimas culturas símbolo de fuerza.
En el salmo 92, el hombre justo canta así, agradecido, la fortaleza que le viene de Dios: "a mí me das la fuerza de un toro".
La fortaleza es don del Espíritu Santo. Nos capacita para resistir tentaciones, para soportar las adversidades y para llevar adelante grandes obras para la gloria de Dios.
Pero si el toro habla de fuerza, el pesebre, en cambio, remite a la debilidad propia de un niño recién nacido, a la fragilidad de una vida que apenas asoma.
Puede entonces resultar desconcertante que Dios, siendo fuerte, se haya hecho débil en el Niño de Belén.
Sí, Jesús también asumió nuestra debilidad -menos en el pecado- y con ello nos enseñó el camino de la humildad, del débil que todo lo espera del Padre Todopoderoso... Abandono, confianza, como un niño que sabe que será alimentado a su tiempo... ¡con la fuerza del Espíritu!
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