Este pesebre me lo regaló en febrero de 2014 la familia Muñiz-Calzia. Fue comprado en la ciudad argentina de Mar del Plata, en el santuario de Schoenstatt, y lo eligió Tommy, mi ahijado y sobrino del corazón.
De origen italiano, en el mismo estilo del pesebre #118, está hecho en madera, con un imán por detrás,, con la figura de la Sagrada Familia pintada, con destellos dorados.
En la escena, se puede ver a María, junto a José, envolviendo a Jesús en un lienzo, sobre el pesebre."María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre" (Lucas 2, 7).
Los pañales son además uno de los signos que el Ángel indica a los pastores para que puedan reconocer al Redentor: "Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre" (Lucas 2, 12).
Tienen los pañales, por tanto, un valor de signo que muchas veces pasamos por alto al meditar en el nacimiento de Jesús.
Los pañales nos recuerdan no solo que Dios se hizo uno de nosotros, plenamente Hombre, sino que además el Padre regala su Hijo a la Humanidad, a tal punto de enviarlo como un niño que depende totalmente de los cuidados amorosos de su madre.
Jesús necesitó ser cobijado, ser protegido, ser cuidado... Necesitó, como cualquier bebé recién nacido, el abrigo de un lienzo bien acondicionado por las cálidas manos de una madre.
No fue arrojado al mundo, abandonado o librado a su suerte. Ni enviado a nosotros ostentando el poder de su Divinidad.
El Padre lo envió pequeño, humilde, pobre, escondido... Y además dependiente de unos padres que le brindaron protección y amor de familia, simbolizados en unos pañales.
Es un signo de amor, del Amor que el Padre nos tiene al enviarnos a un Hijo que asume en todo nuestra condición humana, del Amor que el Padre aseguró al Hijo y del amor humano que María y José generosamente prodigaron a Jesús.
También nosotros somos "envueltos en pañales" por la mano amorosa de Dios, quien verdaderamente "es más tierno que una madre", como dijo santa Teresa del Niño Jesús... ¡Cómo cambia nuestra perspectiva cuando nos vemos cálidamente cobijados por Dios!
Estos "pañales", signos del Amor divino, también son una invitación a que nosotros, con nuestras propias manos, envolvamos maternalmente a aquellos que Dios nos confía, a tantas realidades de debilidad y pobreza que necesitan una caricia cálida de nuestra parte...
Y estos pañales también -¿por qué no?- son una invitación a que, como María, hagamos actos concretos de amor a Dios, equivalentes a algo tan sencillo y tan humano como poner un pañal. ¡Jesús está esperando una mirada, una palabra de amor nuestra!
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