Este pesebre me lo regaló en febrero de 2014 la familia Muñiz-Calzia. Fue comprado en la ciudad argentina de Mar del Plata y lo eligió Juachi, mi sobrino del corazón.
Hecho en cerámica, tiene forma de campana, con un cordel de lana y guarda pampa en la bade. Dentro, la Sagrada Familia con rasgos andinos.
¿Por quién dobla esta campana?
La pregunta recuerda instantáneamente a la famosa obra de Ernest Hemingway. El título de esta novela viene en realidad de una de las meditaciones que integran la obra "Devotions Upon Emergent Occasions" (1624), de John Donne.
Allí, este poeta metafísico inglés, convertido al anglicanismo, dice así:
"Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti.".
En el caso de Hemingway, es, ciertamente, un alegato en contra de la guerra.
Pero el escrito de Donne parece tener implicancias más amplias. Cualquier signo de muerte debe dolernos. En el cuerpo de la Humanidad, cualquier dolor se siente en todos sus miembros. Estamos unidos, ligados a los hermanos. Es, en fin, un alegato en contra de la indiferencia.
Las campanas siempre doblan por todos.
La que da forma a este pesebre, también.
Jesús se hizo de nuestra condición, abrazó nuestra Humanidad, es uno con nosotros. Es, en sí mismo, el mayor alegato contra la indiferencia. Tanto le importó cómo la Muerte disminuía nuestra Humanidad que se entregó a sí mismo para vencerla y darnos Vida.
Toda campana suena por mi y por ti.
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