Aquella noche bendita resonó por vez primera en la tierra el "Gloria".
Ciertamente, el cántico del "Gloria" que entonamos hoy en la santa misa es algo más amplio que aquel canto celestial que en la noche de Belén hizo eco en el corazón de los pastores: a aquella alabanza primera se sumaron en el siglo II algunas aclamaciones -"por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias"- y posteriormente se añadieron otras invocaciones -"Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre, tú que quitas el pecado del mundo..."-.
Pero este himno que forma parte de la liturgia actual conserva intacta la esencia de aquel primer cantico en Belén: el término "gloria" se refiere al esplendor de Dios que suscita la alabanza de las criaturas llenas de gratitud por el misterio de la Encarnación y el amor "hasta el extemo" de Dios por los hombres.
En una audiencia general en diciembre de 2006, el Papa Benedicto XVI afirmó que "el único modo de glorificar a Dios y de construir la paz en el mundo consiste en la humilde y confiada acogida del regalo de Navidad: el amor".
"Entonces, el canto de los ángeles puede convertirse en una oración que podemos repetir con frecuencia, no sólo en tiempo navideño. Un himno de alabanza a Dios en las alturas y una ferviente invocación de paz en la tierra, que se traduzca en un compromiso concreto de construirla con nuestra vida", añadió Benedicto XVI.
Muy probablemente no recuerdes cuándo fue la primera vez que cantaste el "Gloria".
Pero como Dios hace nuevas todas las cosas, te invito a que la próxima vez que lo cantes -en misa o ahora mismo, allí donde estés-, lo entones lleno de alegría y gratitud, acogiendo el amor infinito de Dios por ti... ¡A Él la gloria por los siglos de los siglos!
Gracias Nati.
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