Este pesebre, hecho por Dulces Recuerdos, lo compré en Mar del Plata (Argentina) en diciembre de 2021. Junto al pesebre hay un árbol que me recuerda a aquel mencionado por el profeta Jeremías y en el primero de los salmos:
"¡Bendito el que confía en Yavé, y que en él pone su esperanza! Se asemeja a un árbol plantado a la orilla del agua, y que alarga sus raíces hacia la corriente: no tiene miedo de que llegue el calor, su follaje se mantendrá verde; en año de sequía no se inquieta, ni deja de producir sus frutos" (Jeremías 17, 7-8).
"Dichoso el hombre que no va a reuniones de malvados, ni sigue el camino de los pecadores ni se sienta en la junta de burlones, mas le agrada la Ley del Señor y medita su Ley de noche y día. Es como árbol plantado junto al río que da fruto a su tiempo y tiene su follaje siempre verde. Todo lo que él hace le resulta" (Salmo 1, 1-3).
Es como una bienaventuranza de quien busca la voluntad de Dios y confía en Él: ese es quien busca el Agua Viva y, como un árbol al borde del manantial, permanece junto a la fuente cristalina que es Cristo.
Es una figura potente y muy rica la de un árbol plantado a las orillas de un río, como puede ser el fresno, el álamo o el abedul.
Los árboles de este tipo suelen tener un crecimiento indefinido -son bastante altos- y un follaje verde muy frondoso que da sombra generosa.
No dependen del riego humano ni de la lluvia sino que buscan el agua hundiendo sus raíces. Una raíz principal bien profunda, directo a la fuente de agua y anclando su crecimiento en la firmeza de la tierra, y otras raíces secundarias que se extienden a su alrededor, algunas en superficie y visibles, con llamativas formas, y otras muy profundas, todas como anclaje.
Esto les permite nutrirse y beber, aun en tiempos de sequía, para mantenerse vivos y dar frutos, pero también mantenerse firmes ante el azote de los vientos tempestuosos o cuando el río se desborda impetuoso. Incluso, gracias a su extenso sistema de raíces, que forma como una malla subterránea, fija la tierra, evitando la erosión del suelo y previniendo deslaves, una hermosa metáfora de quien permanece firme junto al Agua Viva que se nos regala en el pesebre.
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