Esta figura me la regalaron mis padres en diciembre de 2020.
Es obra de Miguel Sáez Vuscovich, artista en cerámica de Mendoza (Argentina), y representa a san José abrazando a María y al pequeño Jesús.
San José tiene la cabeza reclinada y los ojos cerrados. Parece estar dormido, seguramente soñando con aquello que abraza: la familia que Dios Padre le confía.
El Evangelio narra cómo el Padre, a través de cuatro sueños, hace partícipe a san José de su proyecto de amor, el plan de salvación, el "sueño de Dios" para nosotros.
Dios le encomendó a san José el cuidado paternal del Hijo encarnado y de la Virgen María, acogerlos como verdadera familia, proteger sus vidas, sustentarlos con su trabajo, animarles en los tiempos difíciles del exilio, del regreso y del volver a empezar...
San José sintonizó su sueño con el sueño de Dios, que no es otra cosa que sintonizar con la voluntad divina. Al despertar, nunca vaciló y, sin demoras, hizo realidad lo soñado...
Actuar así le supuso tener que dejar de lado sus propios planes, cambiar la propia dinámica de vida, incluso de la noche a la mañana. Verdaderas docilidad y disponibilidad a lo que Dios le fue pidiendo.
Vivir así puede parecer mera renuncia. Y, en cierto sentido, lo es -dejar de lado el propio yo, de manera radical-. Pero confiar en los planes de Dios y abrazar su sueño es, finalmente, ganancia.
Y esa "ganancia" es lo que José abraza en esta imagen: a María y a Jesús. No hay mayor tesoro que vivir abrazado a la Presencia del Dios Vivo.
Pidámosle a san José que nos enseñe a acoger sin reservas el sueño de Dios.
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