Este Niño me lo regaló en abril de 2019 mi amiga María Paulina Rodríguez Huertas.
Lo hizo ella misma con papel, siguiendo la técnica del origami, un antiguo arte oriental que con el correr de los siglos se ha vuelto muy popular en todo el mundo.
La palabra "origami" procede de dos vocablos japoneses: "ori", que significa "doblar", y "kami", que es "papel".
También conocido en español como papiroflexia, el origami es básicamente eso: transformar, mediante sucesivos plegados, una simple base de papel, cuadrada o rectangular, hasta llegar a una figura tridimensional, verdadera obra de arte.
Se trata de una técnica que requiere paciencia, gran creatividad y una enorme dosis de destreza porque en el origami más puro no hay más herramientas que los dedos de las manos, la mente y el corazón artístico: no se puede cortar, ni pegar ni pintar.
Viendo a mi Niño origami he pensado en Dios Padre Creador.
Esta idea ya la han tenido otros, por ejemplo Miguel de Unamuno (1864-1936).
Este escritor, filósofo y catedrático español era, además, amante del origami, al que llamaba "cocotología". Hacía "pajaritas de papel", promovió el uso pedagógico de este arte y escribió ensayos y poemas sobre el origami. En uno de ellos es el mismo Dios quien crea una estrella a partir de un nudo pentagonal:
"Dios jugando con los dobles
cinco dedos de ambas manos
anudó cinta de yerba;
de cinco puntas fue el lazo.
De donde sacó la estrella pentagonal,
que sus brazos dio a las blancas frescas alas
de la rosa del garbanzo".
La idea del Dios haciendo origami también anda circulando en las redes sociales, entre quienes practican esta técnica artística, y donde encontré varias veces esta frase: "Dios también hace origami, pero lo hace con personas en lugar de papel".
Detrás de esta afirmación hay una imagen muy bonita, no solo la del Dios que nos crea sino además la del Padre que nos va dando forma a través de nuestra existencia hasta hacer de nosotros la obra de arte que Él concibió en su mente y en su corazón desde la eternidad.
Somos obras maestras de Dios, aunque no siempre comprendamos los "pliegues" de nuestra vida, aquellos que son necesarios para que nuestra existencia de simple "papel" alcance altura, anchura, profundidad, definición y belleza.
Cuanto más perfecta sea la figura a lograr mediante el origami, más pliegues del papel requerirá. Incluso a veces se dobla la hoja para después desdoblarla y usar aquella marca como guía. Y otras veces se hacen varios plegados que parecen no tener sentido ni conexión entre sí pero, finalmente, un doblez ulterior une a aquellos.
Se trata, en definitiva, de un proceso, muchas veces complejo, largo, como la vida. Y corremos el riesgo de desdeñar e, incluso, desechar el origami "en proceso" porque no vemos más que un papel todo arrugado, inútil, deforme... solo el artista ve en lo que aún es informe la belleza potencial que con sus manos va imprimiendo al papel hasta llegar a la figura que él concibió en su mente desde el principio.
Y para convertirse en origami de Dios hay que confiarse a sus manos, a su plan perfecto, y dejar que Él nos haga desde la humildad de nuestro papel.
"Lo que somos es obra de Dios".
Carta a los Efesios 2, 10
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